Enrique,
A nuestro Padre Roig le han resucitado y no sabemos muy bien con que finalidad, pues razones objetivas no parecían haber, pero en estos tiempos de tanto debate sobre memoria histórica cualquiera se puede convertir en diana de la diatriba, de la confrontación o del debate cuando no de la mera denigración.
Yo no debía intervenir en ese debate, porque no fui amigo del Padre Roig ni tuve una especial relación de discípulo o de contertulio o de .... con él. Pero sí fui alumno de él y quizá influido por él a través de la mediación de otras personas (Bertomeu, por ejemplo).
El debate me ha traído a la memoria algunas pequeñas anécdotas que he decidido de modo precipitado y quizá poco reflexivo escribir Que valgan para ser publicadas o no lo dejo a tu sabia decisión, pues no tengo especial interés en ello. Me basta con que una persona, en este este caso tú, las leas.
Un abrazo. Juan.
No todo es memoria consciente, al menos para algunos, para quienes bien por los estragos de la edad bien por la falta de capacidad, su potencial memorístico es más bien limitado, aunque sus dotes de reconocimiento o discriminación o razonamiento y categorización hayan sido poseídas en grado excelente. Pero ya se sabe que la memoria es más reconstrucción que rememoración a secas y que algunos tienen en la confección de un relato, adaptado a las circunstancias del presente, lo que en su intención pretendía ser un recuerdo fiel del pasado. De ahí que toda autobiografía haya de ser entendida desde el sentimiento y la autojustificación amen de considerársela historia objetiva de un pasado, antes vivido o sentido o interpretado que sucedido como tal.
Viene esto a cuento del debate acerca de ciertos comportamientos atribuidos al padre Alfonso Roig, no exentos de confrontación dialéctica o ideológica por aquello de que la aportación de datos y testimonios directos ha sido imposible ( al menos hasta ahora) y las opiniones de unos y otros parecen más centradas en la defensa de puntos de vista a priori asumidos que en la aportación de evidencias que clarifiquen o delimiten el alcance de lo opinable.
Yo conocí al Padre Roig en mis primeros años de Seminario (de Moncada) y no me considero con memoria episódica o biográfica suficientemente veraz para meterme de lleno en el debate (de ahí la consideración general sobre la memoria con la que encabezo este texto). Claro que tengo mis recuerdos de aquella época y de aquel personaje pero muy limitados en todo caso, casi rayanos en lo puramente anecdótico, pero que se pueden entender también como ilustración, vía ejemplo, de una manera de entender la vida. (Lo anecdótico como expresión de la categoría).
Recuerdo que en clase, en su clase, lo de menos era atendernos a un guion o al desarrollo de una clase magistral. El padre Roig estaba siempre dispuesto a regalarnos algún “bombón”. Como él decía, casi siempre en formato de un poema fuera de Machado, de Hernández, de Jiménez o de cualquier otro poeta de las vanguardias de aquella época. ¡Y cómo sentía, al recitar en voz alta, la poesía seleccionada! Era la emotividad personificada.
No menos entusiastas eran sus reflexiones estéticas sobre las vanguardias pictóricas, más allá del erial patrio, aunque estuvieran muchas de ellas compuestas por artistas españoles. Su visión estética, vanguardista y universal, nos abría perspectivas de reflexión y contemplación más allá de un nacionalismo de opereta, beato y sanguinolento.
Y contribuyó enormemente a reforzar nuestros saberes clásicos. Recuerdo con mucho cariño, no exento de sudores agosteños, cuando en un viaje a Roma, apenas con 14 años (cosas de Salvador Bertomeu), nos pasamos horas y horas analizando el rastro más nimio del antiguo Foro Romano, atentos todos a las explicaciones eruditas y llenas de admiración de D. Alfonso Roig por la Roma clásica. Creo que pasamos más horas en el Foro Romano que en el Vaticano (¿sería un aviso? ¿O un indicador contracultural? Era mediados de los 50, mucho antes de la contracultura hippy, de la lucha por los derechos civiles, del feminismo o de la igualdad racial y mucho antes del Vaticano II... ninguna de estos fenómenos los vimos venir en la España franquista, pero una mirada de reojo a la Roma imperial nos apartaba definitivamente del provincianismo reinante, corto de miras.
Una cultura vivida y en comunión universal con el pasado y el futuro más allá del dogma y la pandereta, no era un mensaje menor y esto lo transmitía muy bien el Padre Roig.
Que además de esta aureola, no exactamente de intelectual filósofo o teólogo, si acaso de humanista medio predicador medio inconformista pero nada revolucionario, el Padre Roig se mostrara con un talante afeminado y recatado, intimista y excesivamente sobador, ni pasaba desapercibido para nadie ni para nadie era motivo de escándalo.
Bajo el eufemismo de afeminado se escondían benignamente en aquella época múltiples figuras, alguna de ellas de perfil claramente patológico o depredador como la cultura o política o sociología moderna han ido destapando. Por supuesto, que ni todos los afeminados eran homosexuales, ni pederastas ni homofóbicos, ni... pero ya se sabe que las apariencias a veces engañan tanto a favor como en contra aunque algunos se queden solo con ellas. (La sabiduría de Platón al respecto es conocida y reconocida).
Negar la apariencia no conduce a nada, ni siquiera a la restitución del buen nombre. Reconstruir la apariencia para dotarla de su contenido más fuerte, por ejemplo, la pederastia, sin disponer de evidencias, testigos directos, autoconfesiones, etc., me parece del todo improcedente e incluso canallesco. Repasar o reconstruir la historia con anacronismos desde la actualidad sesga la interpretación del pasado en aras de intereses espurios.
Mi memoria no da para más, mi gratitud no da para menos y lo más positivo, su donación y legado, real y constatable, puede que haya sido y será sin duda semilla de mucho en el futuro.
JUAN PASCUAL
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada