“¡Ritos y ceremonias!” hubiese exclamado Erasmo, irritado, de haber
presenciado semejante espectáculo. Todo ese boato barroco: los ornamentos
sagrados y casi teatrales (Erasmus dixit), el colorido, el desfile, los guardias
suizos, los cantos, la iluminación, las pinturas del lugar, etc. es una bellísima
explosión estética, una magnífica ópera ejecutada en un teatro excepcional, si
se quiere; pero que nada tiene que ver con la religiosidad interior que Erasmo
reclamaba para el verdadero cristianismo. ¡Ritos
y ceremonias! Con esa expresión levantó su voz contra la religiosidad de la
Iglesia romana del siglo XVI (la del concilio de Trento) más aparente que real.
He aquí unas breves frases del Elogio de la locura sobre los cardenales:
“Si
los cardenales pensaran que son los sucesores de los Apóstoles, se exigirían a
sí mismos la conducta que aquéllos observaron…
Si filosofaran, por
poca costumbre que tuvieran de ello, y se preguntaran: ¿qué significa este albo
vestido, sino la suprema y más eximia pureza de costumbres? ¿Y esta ropa de
púrpura, sino el ferviente amor de Dios? ¿Y este ropaje exterior, flotante y de
amplios pliegues… sino la inmensa caridad que debe extenderse sobre todos y
socorrer a todas las necesidades…
resistiendo a los malos príncipes, y dando espontáneamente por el rebaño
cristiano no sólo sus riquezas sino también su sangre?
Si reflexionaran
sobre todo esto, repito, no ambicionarían el lugar que ocupan y lo abandonarían
de buena voluntad, con lo cual llevarían una vida más laboriosa y más
diligente, como lo fue la de los antiguos Apóstoles”
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada