Antonio Lagarda nos dice:
Por sugerencia de Ramón Gascó, a quien se lo reenvié hace unos días,te envío este artículo de Vigil, aunque seguro que lo conoces, por si te parece oportuno publicarlo en el blog, dada la actualidad del tema,aunque fue escrito hace ocho años...
Me he quedado asombrado leyendo la homilía del nuevo Papa Benedicto XVI en el
día de la inauguración de su ministerio. Con toda naturalidad habla dos veces de
“el que Dios había escogido” para papa ya antes del cónclave, aquel “a quien
Dios quería otorgar esta misión” y los cardenales debían tratar de identificar
con sus votaciones en el cónclave…
Quedo asombrado, digo, porque ése es un supuesto falso: Dios no ha escogido a
Ratzinger. A Ratzinger lo han escogido los cardenales. Ni más ni menos.
Dar por supuesto que Dios antes del cónclave ya “había escogido” a esa
persona para obispo de Roma, es un pensamiento muy piadoso, pero sin fundamento
teológico, muy peligroso y quizá nada ingenuo. Merece una reflexión.
Dar por supuesto que los cardenales, en el proceso de sus votaciones, acaban
espontáneamente descubriendo a la persona “elegida por Dios”, me parece una
pretensión desmedida, algo así como una especie de “infalibilidad cardenalicia”,
mucho más allá de la decimonónica infalibilidad pontificia. (Este papa Benedicto
XVI ha olvidado lo que Ratzinger escribió hace algunos años: “No me gustaría
decir cómo interviene el Espíritu Santo en la elección del Papa, porque está
claro que hay muchos ejemplos de Pontífices en los que no ha tenido nada que
ver”) (1).
Hablar así confunde a muchas personas cristianas sencillas, que no tienen
capacidad de discernir críticamente en los trasfondos del lenguaje religioso.
Hablar así empuja también a no pocos cristianos y cristianas más críticos hacia
la mala conciencia, haciéndolos sentirse “faltos de fe”, al verse a sí mismos en
desacuerdo con la decisión tomada por los señores cardenales, supuestamente
coincidente con la decisión previa del Espíritu Santo.
Son millones sin duda los católicos y católicas que pueden no considerar
acertada la decisión de los cardenales, ni el procedimiento mismo de la
elección, ni tampoco –aunque esto a muchos ya les cueste más descubrirlo- el
supuesto de que los cardenales no han hecho más que dar con “el que Dios ya
había elegido”.
En primer lugar: es un antropomorfismo (un imaginarse a Dios de una manera
demasiado humana) decir que Dios «elige» a alguien antes de que los cardenales
lo «descubran» con sus votaciones. Es en realidad un «pensamiento mágico» (un
Dios arriba, que elige a uno, que guía a otros…). Pues bien, no aceptar este
tipo de pensamientos no significa tener menos fe, sino “creer de otra manera”,
de una manera más adulta y menos mágica.
Segundo: es una osadía -un verdadero abuso- dar por supuesto que la elección
de los cardenales acierta casi infaliblemente con el supuesto «elegido por
Dios». Los cardenales se han equivocado muchas veces, porque se pueden
equivocar. Afirmar lo contrario sería herejía.
Tercero: es más lógico, más teológico y más evangélico pensar que Dios no
quiere que sean los cardenales quienes elijan. Porque el sistema actual del
«cónclave», no sólo es un anacronismo (ninguna sociedad «actual» hace algo
semejante), sino que es antievangélico (hoy día es evidentemente antievangélico
confiar la elección del sucesor de Pedro a una escogida élite sexista –sólo
varones-, clerical –todos clérigos-, gerontocrática –abrumadoramente ancianos- y
cooptada –elegidos a dedo por aquél a quien van suceder–).
Cuarto: todo cristiano tiene derecho a disentir de la opinión de los
cardenales, incluso a estar convencidos de que se han equivocado. Como Pueblo de
Dios continuamos cautivos e impotentes, bajo una estructura patológicamente
autoritaria que la institución católica se ha dado a sí misma hace mil años, y
necesita liberarse con un crecimiento de su conciencia adulta y crítica.
Finalmente: Si el elegido por los cardenales se siente además «elegido por
Dios», nadie nos podrá librar del fundamentalismo, porque su base, en todas las
religiones, es, precisamente, el “creer ser los elegidos por Dios”
Atreverse a pensar esto aun en medio de la propaganda contraria de los medios
del sistema, reivindicar su legitimidad teológica en medio de un gregarismo
papista corporativista, quiere ser un ejercicio de fe adulta, y un servicio
también para «confirmar en la fe» a quienes sienten «creer de otra manera”
Comentario de ANTONIO VICEDO
ResponEliminaEfectivamente el Conclave es un anacronismo del poder y una radical incoherencia evangélica.
¡Si en ese ambiente se llegara a tener fe coherente con el misterio de la Encarnación=Humanización, sobre el que dicen queda apoyado y justificado el papado!
Pero este, como otros procederes eclesiales, formán parte de esa sal que ni condimenta, ni conserva, por lo que su destino es el que Jesús le atribuyó, y las gentes van ejecutando.
¡Mal que les pese a algunos que las acusan de secularismo y anticlericalismo!
Antonio Vicedo