RESPONSABILIDAD

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dijous, 25 de gener del 2018

LA ESTUPIDEZ, JoséLuisPorcar Perales

Pero es necio negar lo evidente, porque como decía Machado:”La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero”.

Si le damos la vuelta nos encontramos con “la necedad es la necedad, dígala un vagabundo o el catedrático eminente”. Y llego a “la estupidez es la estupidez la diga el sacristán o el cardenal primado.

Con esta entrada ahí van una serie de estupideces que mantenemos/mantengo en el terreno de la tolerancia o en el del comentario animoso-gracioso y ante las cuales he tomado una determinación que quiero expresar:

1. El templo: en un reportaje televisado vi aparecer a nuestro JuanCarlos y Sofía en Santa María la Mayor de Roma, todos felices y contentos porque habían colaborado en la nueva iluminación del templo. Sonrisas y alegrías y ¡templo que te crío! iluminado. Una estupidez como lugar en que se reúne la comunidad de creyentes. En todo caso me vale como resto arqueológico de la institución a la que pertenecí ya desde niño y de la que quiero desapuntarme.

Aplico esa misma etiqueta a todos y cada uno de los templos (y es obvio que su número es inmenso) como por ejemplo el que informa El Levante de hoy 22 de enero: En una catedral abarrotada de fieles, pero convertida también en un contínuo trasiego de turistas y curiosos – incluso con patinetes y café–, monseñor Cañizares… Insisto en que no pongo en duda su valor artístico-arqueológico, pero su valor cultual lo tacho de verdadera estupidez.

En el funeral por el hermano de Antonio Duato me encontré dentro del templo del Colegio de Jesuitas de Fdo el Católico y más de lo mismo: estructura cultual contraria a cualquier muestra de rasgos humanos y éramos gentes los que ocupábamos los bancos enfrentados a un podio-altar con dos curas vestidos de romano.

2. Las vestiduras romanas: alba, estola, casulla… ¿Cómo el ritual de la liturgia de la misa ha logrado mantener la vestimenta romana? La norma-rúbrica deviene estupidez.

3. La jerarquía clerical-eclesial. Desde el ‘laico’ o ‘seglar’ hasta el ‘sumo pontífice’ el rosario de ‘dignidades y potestades’ no la recuerdo por más que acuda a internet: cardenal, arzobispo, obispo, abad, canónigo, arcipreste, cura, vicario, rector, provincial, general, prior, abadesa, priora, ecónoma … ¿no deviene una flagrante estupidez ante la palabra y actitud de Jesús frente al poder?

4. Ex opere operato. ¿Este juego de palabras que parece de ‘magia potagia’ no encierra un concepto perverso que bloquea y elude la más mínima inciativa y responsabilidad humanas? ¡Qué estupidez tan letal! Y en mis narices la tengo pues sigue vigente su perversión, seguro que, en la mayoría de los hechos, de buena fe: bautismo, confirmación, comunión, confesión, matrimonio, orden, unción de los enfermos…

5. Títulos y denominaciones. Jesús, María, Juan, Pablo, José… Pues no valen los simples nombres que los identifican y la retahíla es copiosa, ¡voto a bríos!: Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, el Kyrios-Señor, el Hijo de Dios, el Santísimo, el Cristo Rey, La Virgen Santísima, la Mare de Déu, El Casto José, … Títulos y más títulos que han vaciado el territorio para convertirlo en un mapa estúpido.

El mantenimiento de 1, 2, 3, 4, y 5 es cosa mía, lo asumo. El ámbito cultural en que nací está marcado por esos postes y muchos más. Y en dicho ámbito lleno de estupidez recibí la noticia de un tal Jesús, hijo de María y José, que vivió y murió años ha. Y sigue vivo.

Además de la gratitud por dicha noticia me recome un noséqué enérgico que me pide y empuja a decir: ¡prou! ¡basta de estupidez! Ni el templo (1) es el lugar donde la epifanía divina ocurre, ni las vestiduras romanas (2) van más allá de un disfraz arcaico obsoleto. Ni la jerarquía clerical-eclesial (3) es una institución divina sino la manifestación más perversa del poder, ni el ‘ex opere operato’ (4) es un hecho del mundo real sino un invento especulativo y por tanto una entelequia fútil, inane, huera. Ni los títulos (5) manifiestan otra cosa que la necesidad de encontrar sustitutos a la propia responsabilidad del camino propio, lleno de pasos en falso y de fragilidad personal. Con dichos títulos aminoramos el miedo. Se trata de opiácios.

No es mi propósito imponer a ninguna persona estos pensamientos-actitudes. Me reafirmo en que la estupidez (Dicho o hecho propio de un estúpido. Estúpido = necio, falto de inteligencia. Según reza el Diccionario de la RAE) “es la estupidez la diga el sacristán o el cardenal primado” como está escrito al inicio de este comentario.

Por lo tanto no anatematizo a quien piense y viva de forma distinta, ni tengo a gala un sentimiento de superioridad o progresía. Me basta con hacerme cargo de mí mismo, de lo que significa vivir al día sin apoyos (1, 2, 3, 4, y 5), denunciando la estupidez, la que me encuentro, tanto en mis costumbres como en las de esta sociedad a la que pertenezco y aprecio.

Las instituciones, el poder, los catecismos, las ideologías, los dogmas, están en la diana de la estupidez más intensa pues va y resulta que todas ellas y todos ellos (instituciones, poderes, catecismos, ideologías, dogmas) se apoyan ineluctables en la gracia divina del Dios Uno y Trino, Omnipotente, Alfa y Omega.


Voy –mi propósito de enmienda- a llamar al pan, pan y al vino, vino: a María, María, a Pedro, Pedro, a Jesús, Jesús… La estupidez deviene insoportable porque es una cara más de la ausencia de vida, de la vaciedad. Voy –tras este análisis- a callar y seguir la marcha que elijo en cada momento con mayor o menor conciencia. Y no creo que hiero a nadie con este final que voy a escribir: ¡me cago en la estupidez!

Joseluis Porcar

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