Anoche (7-5-16) hicieron en la 2 de TVE la película “Hanna Arendt”, biografía de una filósofa judía y alemana, discípula de Heidegger, víctima de nazismo y defensora de la banalidad del mal para explicar la barbarie del nazismo y estudiosa de los totalitarismos de derechas.
En el caso de que queráis verla en castellano podréis encontrarla en esta dirección:
https://www.youtube.com/watch?v=rMKRx9LkDc4.
Narra la película su aventura personal como corresponsal de un periódico americano en el juicio de Adolf Eichmann, el nazi que organizó la “solución final” contra los judíos, que escapó de Europa hacia Argentina gracias a un pasaporte de la Cruz Roja otorgado por el Vaticano y que fue raptado por los servicios secretos israelitas y conducido a Jerusalem para ser sometido a juicio.
Aparte de mostrar en la fase final de la película explícitamente como funcionaba el sionismo, lo más importante es el alegato de la protagonista en la escena casi al final del film donde diserta sobre el mal radical, lo que es perfectamente aplicable a muchos aspectos de nuestra realidad política.
Dice allí Arendt que la defensa de Eichmann, que consistía en negar su responsabilidad porque él se limitaba a cumplir órdenes, es la manifestación del mal radical, porque renuncia a pensar y, en consecuencia, a distinguir el bien del mal.
Este es el mismo caso de Rajoy, que insiste en que ha hecho “lo que había que hacer”, que ha consistido en obedecer ciegamente las consignas de la patronal, de Bruselas, del Fondo Monetario Internacional y de capitalismo en general, sin entrar a pensar si eso era dañino para alguien, sin entretenerse en dilucidar las consecuencias de sus actos, o sea, renunciando a lo más distintivo de lo humano que es el pensamiento crítico. Y eso sin contar las numerosas mentiras con que nos engañó en la campaña electoral con las que nos prometía hacer justo lo contrario de lo que luego hizo.
Pero no solo es el caso de Rajoy, porque, como hemos visto en las pasadas negociaciones (o no negociaciones) para formar gobierno, los intervinientes han antepuesto los intereses de partido a las consecuencias de sus posturas, olvidando lo que sus actos representaban para los más débiles, que siguen sufriendo las consecuencias de una crisis prolongada con alevosía por los siervos del capital para beneficio de los más poderosos. Y esto, tristemente, afecta tanto a la derecha como a la izquierda, sin excepción.
De esta forma el poder y la lucha por adquirirlo (o lo que sea, porque luego se ve lo poco que se puede) se convierte en algo malévolo, porque sus mecanismos internos son más importantes que el bienestar de los simples ciudadanos, olvidando que la única justificación posible a la existencia del poder es precisamente el servicio a la justicia, especialmente a la justicia distributiva.
Juan García Caselles
Habiendo leido cómo escaparon de la solución nazi K. Löwith y G.Steiner, vivo oteando el horizonte ante el temor de que en algún momento la tortilla se de la vuelta. En determinadas situaciones me esfuerzo en descubrir quién sería capaz de darme el tiro en la nuca. Se que lo que expreso es muy paranoico. También se que es muy real. Somos el segundo país del mundo con más desaparecidos.
ResponEliminaNo me había parado a pensar en los paralelismos entre Rajoy y los Eichmann del pasado. Gracias, Juan.
El papel del Vaticano, incalificable.
Alfonso Yániz