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dilluns, 18 de maig del 2020

ÉTICA IMPRESCINDIBLE PARA EL SIGLO XXI. Juan Argudo Ginestar


Tras la implantación del neoliberalismo y la caída del muro de Berlín se dio por supuesto que estábamos en una nueva época, la posmoderna, con su nuevo paradigma de comprensión de la realidad totalmente distinto al de la Ilustración, con sus grandes relatos y utopías.

”Con la crisis de la modernidad saltó por los aires esta visión de la historia. El multiculturalismo, la proliferación de los nacionalismos, la multiplicación de colectivos con reivindicaciones particularistas, cada uno cargado con su razón y su historia, han sustituido a los grandes paradigmas unificadores que provenían de la Ilustración, de las revoluciones burguesas y del socialismo. La historia del sindicalismo formaba parte de ese relato como contrapunto, apoyo y correctivo de la revolución industrial. La lucha de los trabajadores por sus derechos había sido el motor de las conquistas de la humanidad por hacer un mundo más habitable y justo. La ruptura del espejo nos ha dejado sin perspectiva arrojándonos a una realidad fragmentada y sin objetivos compartidos.” (Cf. Ramiro Reig).

Son, pues, tiempos NUEVOS, en los que aparecen una nueva cosmovisión ecológica y planetaria; nuevos paradigmas; nuevas espiritualidades; “una nueva civilización” (stefanocartabiaomi@gmail.com); una nueva ilustración en donde la ciencia y tecnología se reencuentren con las humanidades; una nueva filosofía siempre abierta, “democrática” (Cf. José L. Villacañas) o “inacabada” (Cf. Marina Garcés) y también, lamentablemente,  nuevas  ideologías, nuevos dogmatismos irredentos, con sus viejos fantasmas, ¡ay! en pleno siglo XXI.

Son, a la vez, “tiempos LÍQUIDOS”, en los que como Zygmunt Baumant señala, supone tener que vivir en una época de incertidumbres. Al menos en la parte desarrollada del planeta en la que se están dando una serie de novedades, no carentes de consecuencias muy relacionadas, que crean un escenario nuevo y sin precedentes para las elecciones individuales/personales, y que ineludiblemente presentan una serie de retos imprevistos.

Aparejada a la posmodernidad viene la era de la post-verdad o mentira emotiva, en la que no se busca ya la contrastación empírica u objetividad sino la simple creencia en sí misma y las emociones que genera a la hora de crear corrientes de opinión pública. 

“Pero lo radicalmente diferente hoy son la escala (global y local) y la velocidad en la producción, circulación y alcance de las fake news. No tienen precedentes en la historia de la humanidad. Esta es la radical diferencia con la propaganda y el gran riesgo asociado a nuestro tiempo. La post-verdad, las fake news y la desinformación son posibles hoy debido a una compleja interacción entre infraestructura tecnológica, prácticas comunicativas y comportamiento social…
La desinformación parece ofrecer la seguridad individual y colectiva frente a un mundo, insertado en una globalización sin conciencia, cada vez más incomprensible y caótico.” (Cf. Miguel del Fresno).

Son, también, tiempos “BÁRBAROS”: más pobres, más desiguales, más precarios, menos protegidos, más desconfiados, menos demócratas. Éste es el devastador balance que ha dejado la crisis económica en amplias zonas del mundo, en especial, en el sur de Europa, convertido en el laboratorio mayor de los experimentos de la llamada “austeridad expansiva”. 

La austeridad se extendió durante los años setenta del siglo pasado para combatir el consumismo desaforado, el despilfarro de los recursos naturales y un cambio climático del que entonces no se hablaba con la urgencia y preocupación de ahora. ¿En qué momento perdimos la batalla de esa austeridad generosa y progresista, y NOS LA CAMBIARON –COMO EN UN JUEGO DE MANOS DE TRILEROS- por la que se ha aplicado en los últimos años, que ha causado tantos sufrimientos y tanta desigualdad? 

La transferencia de poder y de riqueza de abajo arriba ha sido tan grande que se ha vuelto a cuestionar el binomio democracia-capitalismo pues, mientras la primera pierde calidad el segundo es cada vez más fuerte y opresor. El ciudadano piensa que la razón económica prevalece sobre la razón política. ESTO NO ES LO QUE DECÍA EL CONTRATO SOCIAL QUE TODOS ASUMIMOS COMO CIUDADANOS. (Cf J. Estefanía).

Si esto es lo que nos está pasando, todavía hoy, en la Unión Europea, a nivel mundial, se ha globalizado todo menos NUESTRO CONSENSO, provocando, de facto, un reduccionismo letal antidemocrático: el globalismo económico que no perdona ni a la naturaleza ni a los seres humanos.

Tiempos, pues, difíciles, complejos y críticos, pero son los NUESTROS, y, más que sufrirlos, tenemos que VIVIRLOS con espíritu crítico y coraje, coraje de adulto, ayer yayoflauta, hoy del grupo de riesgo confinado en casa, en plena intemperie y a la espera de la cita diaria del reconocimiento público, a las 20 h.. 

Ni las religiones, ni la filosofía, ni la ciencia, ni las ideologías, ni, por supuesto, la teología, en sí mismas, singularmente cuando se institucionalizan, pueden darnos consuelo o esperanza alguna, a menos que renuncien a sus viejos paradigmas y se abran  a los NUEVOS.

Más que conocer, creer, se trata de sentir, experimentar, VIVIR.

Y solo LA ÉTICA disfruta de ese privilegio, pues es ella quien nos abre, “empuja” al otro y al Uno, sacándonos del egocentrismo e individualismo y de lo que es peor, de la creciente y paralizante indiferencia. Acertó el revolucionario E. Levinas, sin duda, al darle categoría de “filosofía primera”, (hasta entonces cualidad exclusiva de la ontología), basándose en dos principios: primero, que la dimensión ética del hombre debe ser el punto de partida de toda reflexión filosófica, y, segundo, que esta dimensión ética se manifiesta en el encuentro con LO OTRO (lo que no puede ser reducido a pensamiento, concepto) y con EL OTRO (el prójimo irreductible a idea).

Y es evidente que al hablar de ética, HOY, no hablamos ni  de la heterónoma, como la “Spe salvi” de Benedicto XVI ni, tampoco, de la autónoma del ilustrado Kant, sino de una ÉTICA IMPRESCINDIBLE para el siglo XXI: LA DE LOS IMPRESCINDIBLES. Ella será la que nos ayudará a responder a estas nuevas preguntas: ¿Cómo contribuir PERSONALMENTE a la nueva civilización que está surgiendo? y ¿Cómo contribuir SOCIALMENTE a esta nueva civilización?

Y por tanto, será ella la que nos ayudará a salir airosos de este indiscutible “colapso” actual, múltiple y global, sorprendentemente agravado por el maldito virus covid-19. 

Se ha escrito mucho, muchísimo, pues el astuto y buen estratega virus, nos ha condenado a la ociosidad. De lo leído, destaco por sublime, y me sumo a los firmantes del blog: “curar y cuidar”. Coronavirus en positivo”. (blogs.Público.es coronavirus-positivo/2020/03/31). 

No me resisto a destacar parte de su descripción y análisis, pues, sin duda, dan  la clave: “Desde hace varios días se escuchan otros tipos de aplausos. Son los aplausos de los sanitarios cuando un paciente curado traspasa el umbral del hospital. Es lo más GRATIFICANTE para todos ellos, el desvelo, la dedicación, el compromiso, el riesgo y temor ha tenido una recompensa: LA CURACION. 

Se acaban los aplausos y vuelta atrás para intentar CUIDAR a otros muchos pacientes ingresados, cuidarlos porque el covid-19 no permite que tengan cerca a familiares y amigos. Solo a profesionales a quienes esta medicina tecnificada ha enseñado a curar, pero no ha dado importancia a cuidar. Ha sido esta pandemia la que ha mostrado la crudeza del desamparo y la soledad de estos pacientes aislados. Eso ha sido un revulsivo que ha hecho aflorar la EMPATÍA, SOLIDARIDAD y la COMPASIÓN de ese movimiento de HUMANIZACIÓN que recorre, desde hace pocos años, todas las UCIS de nuestro país…

Si al final de esta crisis conseguimos que la CIENCIA y HUMANISMO vuelvan a caminar JUNTAS habremos dado un paso de gigante que cambiará la medicina del futuro”.

Es evidente quiénes son LOS IMPRESCINDIBLES en esta película que termina de empezar, sin guión, y sin final previsible. Pero también lo es el contagio generalizado de esa satisfacción, empatía, solidaridad y compasión, que va del “curar al CUIDAR”. Contagio manifiesto por los aplausos múltiples en esa cita diaria. Sinceramente nos ha salpicado un baño de humanismo y responsabilidad. 

Pero esto solo termina de empezar y lo difícil será, de cara al duro futuro inmediato, demostrar que hemos aprendido la lección que, fuerzas espurias, nos obligaron casi a olvidar. Que lo que solo pudo ser un “revulsivo” inicial ha calado hondo en nosotros, haciéndonos MEJORES PERSONAS y más conscientes de la urgente necesidad del cambio de mentalidad que nos permite, frente a todo dogma actual, gritar con vehemencia que todavía podemos “pensar y sentir con el corazón y vivir a través del alma”.  

Esta es la ética que eternizó Bertolt Brecht con sus versos: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero LOS HAY QUE LUCHAN TODA  LA VIDA: esos son  LOS IMPRESCINDIBLES”.

Es, pues, una ÉTICA RADICAL y de MÁXIMOS, pues la disyuntiva que se nos plantea y que nos obliga a optar es RADICAL, MÁXIMA Y EXCLUSIVA: “humanos o posthumanos” (Cf. Albert Cortina, Miguel A. Serra); “el futuro que nos espera: barbarie o bien común” (Cf. Vicent Navarro); “ante el ”Titanic” posiblemente ya encallado, solo cabe el “sálvese quien pueda” o “colapsar mejor” (CF. Reichman); “o nos salvamos todos o no se salva nadie” (cf. c. almeida); “o muere el capitalismo salvaje o muere la civilización” (cf. Washington post).

Es radical, porque lo que de verdad necesitamos –y solo pocos lo mencionan-  es CAMBIAR el sistema económico, pues “estamos ante la amenaza de una extinción y la gente ni siquiera lo sabe” (Cf. Jeremy Rifkin).

Es radical, como “radical” es “la nueva Ilustración” de Marina Garcés cuando denuncia que “el fin de la posmodernidad parece llevarnos a la fascinación por el apocalipsis: el tiempo del “todo se acaba” y del “sálvese quien pueda”. Fascinación que, dominando las esferas política, estética y científica, ha derivado en UNA NUEVA IDEOLOGÍA DOMINANTE que hay que aislar y analizar, antes de que como un virus se adueñe de lo más íntimo de nuestras mentes.

DECLARARNOS INSUMISOS a esa ideología póstuma es, para mí, la principal tarea del pensamiento crítico hoy. 

Pero, toda insumisión, si no quiere ser un acto suicida o autocomplaciente, necesita herramientas para sostener y compartir su posición. En este caso, necesitamos herramientas conceptuales, históricas, poéticas y estéticas que NOS DEVUELVAN LA CAPACIDAD PERSONAL Y COLECTIVA DE COMBATIR LOS DOGMAS Y SUS EFECTOS POLÍTICOS. Por ello, propongo una actualización de la apuesta ilustrada, entendida como EL COMBATE RADICAL CONTRA LA CREDULIDAD. Hemos recibido la herencia ilustrada a través de la catástrofe del proyecto de modernización con el que Europa colonizó y dio forma al mundo. La crítica a ese proyecto y a sus consecuencias debe ser continuada y elaborada, hoy también, mano a mano con las culturas y formas de vida, humanas y no humanas, que lo padecieron como una invasión y una imposición, dentro y fuera de Europa. 

DEBEMOS HACERLA JUNTOS porque el programa de modernización está poniendo en riesgo los límites mismos de NUESTRO MUNDO COMÚN. Pero esa crítica, precisamente porque se trata de una crítica al dogma del progreso y a sus correspondientes formas de credulidad, nos devuelve a las raíces de la ilustración como ACTITUD y no como proyecto, como impugnación de los dogmas y de los poderes que se benefician de ellos. 

La tormenta ilustrada se desencadena, precisamente, como LA POTENCIA DE UN SABIO NO SABER, para decirlo en los términos de Aleksiévich. No es un escepticismo: es un combate del pensamiento contra los saberes establecidos y sus autoridades, un combate del pensamiento en el que se confía una convicción: QUE PENSANDO PODEMOS HACERNOS MEJORES Y QUE SOLO MERECE SER PENSADO AQUELLO QUE, DE UNA FORMA U OTRA, CONTRIBUYE A ELLO. 

Rescatar esta convicción no es ir al rescate del futuro con el que la modernidad sentenció a nuestro mundo a no tener futuro. Todo lo contrario: ES EMPEZAR A ENCONTRAR LOS INDICIOS PARA HILVANAR DE NUEVO UN TIEMPO DE LO VIVIBLE. ESTA CONVICCIÓN NO PUEDE SER EL MONOPOLIO DE NADIE: ni de una clase social, ni de la intelectualidad, ni de unas instituciones determinadas, tampoco de la identidad cultural europea. Poder decir: «NO LES CREEMOS» es la expresión más igualitaria de la común potencia del pensamiento”.  

Gracias Marina, a ti por tu brillantez, coherencia y valentía y también gracias a cuantos como tú, desde sus especialidades, tareas o vidas, ayudáis, en estos tiempos nuevos, bárbaros y líquidos, a  que los humanos seamos más humanos. Por eso mismo, os convertís en IMPRESCINDIBLES.

                                                                            Valencia, 11 de mayo de 2020
                                                                                          Juan Argudo Ginestar







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