Estamos en una situación de emergencia a consecuencia de la pandemia, de tal calibre que ha alcanzado hasta el espacio de lo sagrado. Y en nuestra sociedad, donde la religión y lo sagrado han tenido un protagonismo tan categórico en todos los momentos decisivos de nuestra historia, cuando esta situación se la está calificando de catástrofe histórica, la Institución de la Jerarquía Católica, como representantes de la religión católica, también ha sido puesta a prueba, pudiéndose constatar, en una gran parte de nuestra sociedad, un sentimiento de decepción, en atención a que se esperaba otra colaboración por parte de la Institución.
En suma el virus ha traído debajo del brazo el secularismo social y se observa en nuestra sociedad -representamos el mayor índice de secularización de Europa en los diez últimos años- ; y se confirma al ver cómo ahora más que nunca, la gente ha confiado en sus médicos y personal sanitario y bastante menos en la magia de curanderos, curas y chamanes. Sin tener intención, las restricciones del confinamiento que han provocado el cierre de templos, procesiones prohibidas, Semana Santa imposible, los curas en sus casas, han estado al lado del secularismo y lo han visibilizado enteramente. Con todo, a cuenta y riesgo particular i contraviniendo las ordenanzas, algunos curas han salido paseando la Custodia como pavos, en unas manifestaciones medievales que han visibilizado, aún más si cabe, una religión que no entra en contacto con la realidad de una sociedad solidaria.
En este mismo momento, los obispos han perdido la oportunidad de hacerse presente y estar a la altura de las circunstancias y no aislarse en un submundo en forma de gueto; no hace mucho, a renglón seguido los obispos salieron uno a uno en TV, amparados en las pantallas para solidarizarse con todos los españoles y proclamar que la tabla de salvación está en el Señor como espíritu puro, un ideal que nos viene de arriba, del cielo al que debemos dirigirnos. ¿Qué se puede hacer por los demás? ¿Consuelo, aceptación, más fe, más esperanza? Una confirmación de esta elección son las palabras del obispo Reig al exigir abrir las puertas de la iglesias para asistir a las eucaristías porque son el Cielo en la Tierra, antes que entender la Eucaristía que tiene como fundamento y significado el acto supremo de compartir el pan.
¿Causas de la pandemia según el Arzobispo? El laicismo, el paganismo, el deterioro moral, explicaciones animistas propias de quien desconoce la condición biológica y la del virus al que no cabe atribuirle intencionalidad alguna. Una explicación de un fenómeno natural explicado una vez más, en pleno siglo XXI, como un castigo de los dioses o sus conductas desviadas. Sorprende que ninguno de los tres prelados haya condenado al becerro de oro, el capitalismo desregulado que provoca que se acrecienten las desigualdades sociales de grupos, clases.
El obispo valenciano Reig dice:”la pandemia ha puesto en evidencia la precariedad humana y ha desenmascarado la mentira del individualismo humano”, estamos de acuerdo con el obispo, pero lo que no dice es cómo hay que superar este individualismo. Pues bien, ¿Donde se esconde especialmente el individualismo sino en ciertos estamentos , jerarquías o grupos que solo se creen en el derecho de proclamar desde la verdad y ser escuchados, pero no en escuchar y compartir? ¡Qué singular y revelador que el mismo obispo sea el protagonista del mayor funeral de la historia de la Democracia por los muertos del Covid-19, que se celebrará en la Catedral de Alcalá de Henares, respondiendo a iniciativas de Hazte oir y grupos afines. Esta claro que el obispo Reig se constituye, por méritos propios, como la auténtica “Vox eclesiae”.
Por su parte el arzobispo Cañizares ya ha hecho el homenaje, de modo particular, con algunos de nuestros difuntos, si bien ha sorprendido que su memoria haya sido tan selectiva. De todos y cada uno guardaremos lo mejor de ellos sin necesidad de elevarlos a los altares, aprovechando el momento actual de incertidumbre y miedo para ocultar pasados que no deben olvidarse. En este sentido ha causado gran extrañeza y estupor que declare santo y mártir a alguien sin haber pasado por el proceso de beatificación pertinente y sí ha pasado por el juzgado con causas investigadas. De este modo declara inocente ante “la presunta condena por algo injusto” desautorizando a todo el sistema judicial que abrió diversas investigaciones de corrupción contra él, tras duras y largas instrucciones, con las garantías y derechos respetados.
Llegará el momento, pasado el confinamiento, en el que por necesidades del guión sanitario, no hemos podido despedir a tantos de los nuestros heridos de muerte por un maldito virus, que rindamos homenaje a todos por igual, hayan sido héroes o anónimos, jóvenes o ancianos. A todos y, de manera especial, a aquellos que por no morir del COVID 19, probablemente han recibido una atención médica menos intensiva o cariñosa.
Bien es verdad que en el cristianismo como movimiento existen organizaciones y creyentes a nivel individual que sí viven un compromiso, en algunos casos radical, de solidaridad y de humanismo. Es verdad que los obispos tienen ejemplos entre sus hermanos como Oscar Romero, Pedro Casaldáliga y aquí el obispo emérito Santiago Agrelo comprometidos con su pueblo, en alguno hasta el martirio, pero seria ejemplarizante que algún obispo español, entre tantos, que con palabras y hechos visibilizara el compromiso, y fuera una voz discordante con las declaraciones del presidente de la Conferencia Episcopal poniendo peros a la decisión de un gobierno progresista sobre una medida de justicia, la Renta mínima, que favorece a los que quedarán en la cuneta. Porque el Cristianismo además de Institución es movimiento y desde este discernimiento comprobamos que en nuestra diócesis existen en animación comunidades de base, redes cristianas, comunidades anónimas, cristianos del dissabte, Forum Cristianisme i Món, una larga historia de curas, religiosos y religiosas comprometidos con los más desfavorecidos, curas obreros, experiencias evangélicas a las que la Jerarquía difícilmente identifica como “pertenecientes” y ha procurado ignorar. Todos ellos sintiéndose fortalecidos por el edificante i heroico testimonio del Papa Francisco.
Quienes están dando un testimonio y hacen realidad en estos tiempos el mensaje de Jesús son todos aquellos que están implicados en las tareas de ayudar a los necesitados en esta pandemia. Jesús tuvo como principal discurso las bienaventuranzas, porque de ellos es el reino: “bienaventurados los que sufren, los enfermos, los que tienen hambre, los pobres reales –no los que lo sean en sólo espíritu-“, Como ejemplo de anticipación se muestra la del alcalde de Cádiz que no sólo con palabras sino con hechos ha puesto también su patrimonio y hacienda.¡Qué inspirador del mensaje del Evangelio hubiera sido ver algunos Templos estratégicos que han estado cerrados al culto en estos días, convertidos en hospitales de apoyo para atender el cuidado a los enfermos de la pandemia!. ¿De donde proviene el miedo a esta decisión profética? Se estaría venerando al Señor, más presente que nunca: “estuve enfermo y me curasteis, necesitado y me socorristeis”. Y no sólo templos, podrían ser algunas otras instalaciones de las muchas que posee la Iglesia.
Si lo que hoy se requiere es construir una sociedad menos desigual y más solidaria, quizás la Iglesia debería replantearse algunas cosas de sus prioridades, y un excelente signo de voluntad y compromiso evangélico, sería renunciar voluntariamente a su condición de privilegio en la que habita en este Estado nuestro, tan debilitado por estas tremendas circunstancias no pasajeras. Predicar la verdad que cree no requiere tantas propiedades, ni tantas exenciones, ni alianzas, pues el cesarismo no es buen camino en los tiempos que corren.
Firmado: Juan Pascual, Paco Gramage, Carles Bay, David Albert
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