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dimecres, 30 de març del 2016

Contrastes en el Jueves Santo: Francisco y Carlos (por Antonio Duato)


antonioDon Carlos Osoro llegó a Madrid como el elegido por el papa Francisco para renovar el episcopado español. Un pastor con olor a oveja. Un hombre de diálogo. Efectivamente se encontró con el Foro de curas de Madrid, dejándoles contentos. Se retrató pisando el barro de la Cañada Real. Renovó su equipo con algún vicario y delegado progresista. Se reconcilió pronto con el Padre Ángel tras su primer enfado por el acto en honor de Zerolo celebrado en San Antón. Y se ha apoyado inteligentemente en él para dar una imagen de Obispo que cena la Nochebuena con los pobres y con la alcaldesa roja. Últimamente declaró que como obispo no se sentía ofendido al gesto provocador de enseñar los pechos en un acto contra la confesionalidad que significa una capilla católica en una universidad pública.
Pero el bueno de don Carlos ha continuado mostrando su talante conservador de siempre, sobre todo en la manera de gestionar el lujoso apartamento del Cardenal Rouco, para que dejase libre el palacio arzobispal donde al final ha ido él a instalarse, con la de soluciones que tenía en Madrid de imitar a Francisco en vivir de una manera más sencilla, más económica y más cerca de la gente que en San Justo. ¡Qué pocos obispos han imitado al papa en elegir un modus vivendi menos principesco y aislado!
Pero hoy jueves santo mi querido Carlos me ha decepcionado más profundamente que otras veces. Hasta el punto de temer que ese alejamiento del estilo de Francisco ya no haya sido por carecer de vigor reformador sino como signo expreso de oponerse a su línea que empieza a ser muy criticada por ofensiva hacia los antecesores y exhibicionismo populista. Seguí por Centro Televisión Vaticano la Misa “in coena Domini” que celebró Francisco a las cinco. Y a las seis pasé a la 2ª de Televisión Española para seguir los oficios desde Madrid, mientras Francisco seguía saludando ¡durante una hora! a cada uno de los refugiados asistentes. El contraste fue tremendo y lo resumo, sobre todo, en estos puntos:
  • El lugar de la celebración.
Francisco, obispo de Roma que preside en la caridad todas las Iglesias, fue a celebrar el Jueves Santo en uno de los mayores Centros de Acogida de Requirentes de Asilo (CARA) existentes en Italia, a las afueras de Roma. Un centro que fue especialmente conflictivo por manifestaciones, huelgas y tensiones durante el año pasado. En los años precedentes había escogido varias cárceles. Pues es la fiesta del amor fraterno, del gran gesto del servicio que es el lavatorio de los pies.
Carlos se quedó en su catedral de la Almudena. Simbólicamente contigua al Palacio Real. Entregada para su decoración al lucimiento personal de Kiko Argüello, de discutido valor artístico. La catedral ya tiene su simbolismo en la misa crismal del jueves por la mañana en la que se reúne todo el clero de las parroquias con su obispo. ¿No tenía Carlos mejores escenarios para actualizar la cena del señor y su actitud de servicio a los más pobres y desamparados? ¿No podía haber dejado la Almudena, con su solemnidad, sus cofradías y sus señoras de peineta alta para que celebrara allí su obispo auxiliar, que estaba presente y a quien le hubiese encantado ser protagonista?
  • La homilía.
Si siempre, más que nunca en el Jueves Santo, la homilía debe ser la actualización al aquí y ahora de los textos que se acaban de leer, uniéndoles al sentido profundo de lo que se va celebrar. Y todo pronunciado con una gran empatía comunicativa con quienes asisten a la celebración.
No sé qué llevó al Arzobispo de Madrid a pronunciar una homilía (cuyo texto, como siempre, nos fue comunicado a los medios “bajo embargo” por un perfecto servicio de información archidiocesana) sobre la parábola de la moneda perdida, que no arrancaba precisamente de los textos espléndido del día. “La moneda es Jesucristo mismo”. Para encontrarla hay que hacer tres cosas, encender una luz, limpiar y buscar. Así se encuentra a Jesús que hoy, Jueves Santo, nos da… Pero se puede consultar toda la homilía aquí.
Nada que ver con la homilía de Francisco, que fue del tipo de la de Jesús en la sinagoga de Nazaret: “esto se cumple hoy aquí”. Tan breve que puedo reproducirla toda en este breve artículo y todos pueden seguirla, en italiano, enel vídeo de YouTube.

Los gestos hablan más que las imágenes y que las palabras, los gestos; en esta Palabra de Dios que hemos leído hay gestos. Jesús que sirve, que lava los pies, él, que era el ‘jefe’, lava los pies a los demás, a los suyos. Segundo gesto: Judas que va con los enemigos de Jesús, esos que no quieren la paz con Jesús, para cobrar el dinero con el que lo traicionó, las 30 monedas.Los gestos; también hoy y aquí hay dos gestos: este, todos nosotros, juntos, musulmanes, hindúes, católicos, coptos, evangélicos, hermanos, hijos del mismo Dios, que queremos vivir en paz, integrados; un gesto. Hace tres días, un gesto de guerra, de destrucción, en una ciudad de Europa, hecho por gente que no quiere vivir en paz, pero detrás de ese gesto, como detrás de Judas, había otros; detrás de Judas estaban los que le dieron el dinero para que Jesús fuera entregado; detrás del otro gesto están los fabricantes, los traficantes de armas, que quieren sangre y no la paz, la guerra y no la fraternidad; dos gestos: el mismo Jesús lava los pies y Judas vende a Jesús por dinero; todos nosotros juntos, diferentes religiones, diferentes culturas, pero hijos del mismo Padre, hermanos. Y allá, pobres aquellos que compran las armas para destruir la fraternidad.Hoy, en este momento, cuando yo haga el mismo gesto de Jesús de lavarles los pies a ustedes —continuó—, todos nosotros estamos haciendo el gesto de la fraternidad, y todos nosotros nos decimos: ‘Somos diversos, somos diferentes, tenemos diferentes culturas y religiones, pero somos hermanos y queremos vivir en paz’, y este es el gesto que yo hago con ustedes; cada uno de nosotros tiene una historia, cada uno de ustedes tiene una historia, tantas cruces, tantos dolores, pero también tiene un corazón abierto que quiere fraternidad, cada uno en su lengua religiosa le reza al Señor para que esta fraternidad se contagie en el mundo, para que no existan las treinta monedas para matar al hermano, para que siempre existan la fraternidad y la bondad. Que así sea.

¿Algún parecido entre la homilía de Francisco y el del arzobispo que dice que está con Francisco hasta la muerte? ¿Estará de verdad ese arzobispo dispuesto a seguir a Francisco en su denuncia de quien por dinero traiciona y mata a otros Cristo? Estas homilías las entiende el pueblo y no las olvidan los poderosos.
  • El lavatorio de los pies.
Es un gesto eficaz que Juan prima en su Evangelio, poniéndolo a la par del “tomad y comed” con que los otros evangelistas recuerdan la última cena. Las primeras comunidades eligieron la eucaristía como sacramento central del cristianismo, dejando el lavatorio a un día al año. Es de agradecer que la liturgia no lo haya olvidado del todo en esta liturgia del jueves santo, aunque generalmente se haga de forma rutinaria mientras que se ha hipertrofiado la exaltación de la presencia real en el pan consagrado, para el que se hacen impresionantes monumentos esa tarde.
Pero está claro que Francisco ha querido hacer de ese gesto de Jesús una ocasión para significar lo que quiere decir su reforma hacia una Iglesia de los pobres y para los pobres. Por eso ha elegido siempre para repetirlo en memoria de Jesús a personas marginadas, hombres y mujeres. Y como alguien le reprochó que elCeremoniale Espiscoporum se requería que fueran varones, ya que simbolizaban a los Doce, supuestamente únicos invitados a la Cena, el 6 de enero de este año, por orden de Francisco, su prefecto para los ritos modificó la norma. En adelante se lavará los pies a “un pequeño grupo de fieles que represente la variedad y la unidad de cada porción del pueblo de Dios. Este pequeño grupo puede estar compuesto de hombres y mujeres, y es conveniente que formen parte de él jóvenes y ancianos, sanos y enfermos, clérigos, consagrados, laicos”. [Ver Decreto]
No es probable que el Arzobispo de Madrid desconociera la costumbre iniciada por el Obispo de Roma y su intencionalidad. Y tampoco el reciente documento. Tal vez se haya acogido a que en él no se dice “se debe” sino “se puede”. Pero en la celebración de la Almudena de esta tarde ha lavado los pies a doce presbíteros, identificados por la estola como tales. ¿Quiénes eran? ¿Ante quiénes simbólicamente se arrodillaba, les servía y les besaba los pies? El gesto proclamaba, fuera de todo juicio de intenciones, que ante una Iglesia clerical.
Francisco en cambio hizo todo eso, con una mirada posterior a los ojos de cada uno, fueron 4 mujeres y 8 varones, todos con una terrible vida de migrantes en busca de refugio excepto una miembro de la cooperativa Auxilium que gestiona el Centro. Los nombres y datos de cada constan en esta nota de Vatican Insider.

  •  Una consideración final.
Comprendo que una misa en la catedral tiene sus normas y hay maestros de ceremonias que te rodean y te las recuerdan. Francisco también celebra en la basílica de San Pedro y está rodeado de ceremonieri. Pero él marca su estilo en muchos detalles, vestimenta y adornos que crean la escena. Seguro que Don Carlos podría hacer mucho más en su catedral y cuando quiere, como en el día de las familias, innova y se acerca a la gente y a los niños.
¿Por qué no imita a Francisco en un pequeño detalle, que parece sin importancia, pero que simboliza la desaparición simbólica de todo un modelo de poder autoritario? Sencillamente,quitarse por lo menos mitra cuando habla a su pueblo, por respeto, como se hace en la consagración en que se quitan hasta el solideo. Que así sea.


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