Artículo publicado en "LA DISCUSIÓN" (Chillán-CHILE 10-X- 2015)
La Comunitat [valenciana] también es líder en víctimas mortales al sumar 6 asesinatos
Un lunes negro de violencia de género eleva a 33 las víctimas mortales este año
A
estas alturas del año en nuestro país ya han muerto más de 30 mujeres a manos
de sus respectivas parejas o ex parejas; no bajan las estadísticas respecto al
año pasado. Cada vez que escuchamos una de estas noticias nos estremecemos de
dolor, rabia, impotencia. Los medios nos informan del hecho consumado, la
noticia trágica, pero no del proceso que llevó a la tragedia. Probablemente
–según serios estudios psicológicos- ese proceso comenzó hace mucho tiempo,
quizás desde que se inició la relación de pareja en años juveniles.
El
resultado final, la muerte de la mujer, es la consecuencia fatal de una
relación que desde mucho tiempo atrás ya venía incubando un veneno tóxico,
altamente letal. Si ayudáramos a nuestros jóvenes, hombres y mujeres, a
detectar a tiempo las características de esa relación mortífera, seguro que
estaríamos llevando adelante una labor educativa de prevención, mucho más
eficaz que la simple labor policial.
Efectivamente,
la personalidad del agresor, del violento, del hombre maltratador, se puede
detectar antes de que sea demasiado tarde. Conocemos estudios que indican que
ya en las experiencias de amores adolescentes existe un 30% de casos de
violencia machista. Es un deber de los educadores –familia y colegios-
emprender una enérgica tarea de educación sexual integral para justamente
educar en el amor, y ayudar a que nuestros jóvenes sepan distinguir bien entre
el amor de verdad y ese otro que es una grotesca simulación del amor, un amor
de pacotilla.
Conocemos
encantadoras jóvenes que se sienten embaucadas por un amor aparentemente muy
romántico; chicas que hasta les agrada alguna escena de celos que les arma el
pololo por cualquier causa. Estas jóvenes deben saber, sin embargo, que son
víctimas de un pésimo y erróneo aprendizaje: aprendieron que los celos son
expresión de amor. Si estas mujeres supieran –gracias a la educación sexual y
afectiva de buena calidad- que eso no es verdad, podrían asumir otras actitudes
más positivas respecto a su joven pareja.
No
es verdad que los celos sean muestra de amor. Y sí puede ser verdad que tras
esa actitud celotípica se esconda una personalidad de futuro maltratador. Una
joven bien educada en sexualidad y amor sabe muy bien que es impresentable, del
todo inaceptable, que su pareja le revise el celular, que intrusee en sus
mensajes personales, y se obsesione con la idea de controlar todos sus
movimientos: con quién está, dónde está, qué hace en cada momento. Ahí tenemos
ya el perfil del personaje controlador, machista, dominante, que considera a su
mujer como objeto de uso y posesión personal, bajo su entero control y dominio.
De
ahí a la acción violenta hay un solo paso. Mi tesis doctoral se refirió al tema
de los predictores psicológicos del fracaso matrimonial. Como era de esperar,
en aquellos casos en que se dio violencia intrafamiliar por parte del hombre,
este presentaba serias patologías o anomalías psíquicas que venían de antes del
matrimonio. Conviene anotar que todos los protagonistas de dicha tesis eran
casados por la Iglesia, y todos estos casos donde se demostró la patología
psíquica previa al matrimonio, fueron declarados nulos (matrimonio inexistente)
por la misma Iglesia.
Defendemos
el matrimonio, pero no a cualquier precio. Está hecho para la felicidad y no
infelicidad de las personas. No queremos ni una mujer más: oprimida, dominada,
asesinada, víctima de la violencia machista. Tolerancia cero. Lo que sí
queremos es prevenir el problema mediante una buena educación sexual y afectiva
de calidad.
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