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dimecres, 22 d’abril del 2015

ESPIRITUALIDAD Y SALUD MENTAL, José Luis Ysern de Arce

Cuando con algunos grupos de personas, especialmente de jóvenes, he vivido la experiencia del absoluto silencio durante unos poco minutos, y les he pedido que a la vez piensen en “la persona que más me ha marcado en mi vida”, los resultados son formidables. Se produce un silencio sobrecogedor y se ve a simple vista que la experiencia se la han tomado en serio: el silencio habla por sí mismo. A muchas personas el silencio les produce cierto temor y por eso viven aturdidas por el ruido, ruido que impida pensar. ¿Por qué? Porque la reflexión, el pensar tranquilo, el entrar en uno mismo puede llevarnos a alguna verdad desagradable. Pero cuando estos jóvenes han vivido la experiencia del silencio pensando en la persona que más “me ha marcado” en la vida, no hay miedo alguno. Algunos se emocionan y hasta puede brotar alguna lágrima de alegría y gratitud: aparece la persona que ellos admiran por su cercanía, bondad, sencillez, grandeza de alma, valores transmitidos. No faltan frases como “todo lo que tengo de bueno se lo debo a...” Y surgen ahí personas como madre, abuelo, abuela, padre, hijo, profesor/a, etc.

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¿Qué es lo que estos jóvenes han vivido en esa sencilla experiencia del silencio? Un momento de intensa espiritualidad; eso es lo que han vivido. Y han visto que es algo muy bueno. ¿Qué han visto en esa persona que los marcó tan positivamente? Cuando la describen, cuando van desgranando una a una sus cualidades, van dibujando tal cual –aunque no se den cuenta de ello- el perfil de una persona de profunda espiritualidad. Describen una persona de grandes valores, seria, cumplidora de sus compromisos, responsable al máximo, coherente y consecuente, auténtica, veraz, honesta, de profunda vida interior. Eso es lo que corresponde a la espiritualidad. Por eso decimos que la espiritualidad es patrimonio de la humanidad; porque no tiene apellido, porque no es propia de las personas creyentes o religiosas. Hay espiritualidad en todos: en el creyente, en el agnóstico y en el ateo. La hay en todos con tal que sepamos vivir la interioridad profunda que brota del silencio, de la centralidad en los grandes valores del amor y solidaridad. Justamente lo que nos hace falta para no aturdirnos y poder llevar una vida psicológica cada vez más sana y feliz.

José Luis Ysern de Arce

Murano – Abril 2015

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