CORRESPONDENCIA PREVIA A LA PUBLICACIÓN
Lo primero daros las gracias a todos los que con vuestro esfuerzo hacéis posible esa pequeña-gran maravilla de HIHIL OBSTAT. Te ruego hagas de portavoz de mi gratitud a todos. Siempre estoy esperando con ilusión el nuevo número.
....considero un gran acierto la edición electrónica de la Revista. A mí todavía me ha llegado el Nº 51 en papel.
No pude comunicar antes mi correo electrónico porque he estado fuera cuatro meses sin internet. Así pues, me apunto a esa edición digital. Pero seguid siendo fuertes y valientes y no dejéis de informarnos y de comunicaros con el pueblo llano al que pertenezco.
Afectuosamente, José Sambartolomé
Ante todo
Gracias por leer, atender, responder y por el piropo "pequeña-gran maravilla"
Y, a continuación una propuesta:
Había leído en su momento y he releído, con ocasión de tu correo, tu artículo La pedagogía en el Seminario en el libro "Memória i dissidencia".
¿Qué te parece si lo publicamos en el blog?
Recordarás que tanto en el boletín impreso como en el blog hemos publicado distintos artículos referentes a la época del Seminario y este tuyo - a mi parecer - amplía, complementa y ofrece otro punto de vista.
Ya en el colmo de la osadía, paso a la 2ª parte de la propuesta:
Si estás de acuerdo en que se publique ¿podrías enviarnos el artículo en "archivo adjunto" o similar? Además de evitar el trabajo de copiar las más de 6 páginas, ganaríamos en fidelidad al texto.
Espero respuesta
...Y la respuesta ha sido esta:
La Pedagogía
en el Seminario
Años
1.960-70
Apuntes,
recuerdos y reflexiones
José Sambartolomé
Boira
Planteamiento
No es baladí ni caprichoso destacar
de entrada el valor sustantivo del subtitulado de un tema que por genérico
puede parecer muy fluido, evanescente y etéreo.
Importa igualmente advertir que los
datos y reflexiones que apunto se apoyan en la frágil cuerda de mi memoria, sin
olvidar que han pasado ya 50 años, y que mi orientación vital desde hace
más de 40 ha sido muy divergente respecto al tema que
nos ocupa.
Si yo tuviera que elegir un modelo
para aproximarme y tratar de explicar-exponer la complejidad pedagógica del
Seminario de València de los años 60-70, elegiría la figura geométrica de la
esfera, por lo que tiene de plenitud, consecución, culmen, equilibrio, perfección
en suma . . . . y porque en cierto modo responde al ideal
utópico de la obra bien hecha. No en
vano en el lenguaje popular se dice:
“esto me ha salido redondo”, como indicando que es más y mejor de lo que
cabía esperar.
Así veo yo ahora la Pedagogía del Seminario
de aquellos años. Así la veía también
entonces, sobre todo si la comparaba con otras que conocía o había
conocido. No me falta espíritu crítico,
que por cierto era uno de los rasgos de aquella Pedagogía, ni pretendo que todo
fuera perfecto y que no hubiera multitud de fallos, errores, etc., como en toda
obra humana; pero fueron sin duda pequeños y mucho menos sobresalientes que los
aciertos. Y en esta ocasión no se trata
de poner la lupa en lo mínimo, sino de exaltar lo máximo.
En el período que reseñamos, después
de 20
años -duros y difíciles- de rectorado de D. Antonio Rodilla, se produce por fin en el
Seminario la increíble conjunción de una serie de circunstancias que suponen la
total integración y a la vez la fructífera eclosión del sistema pedagógico
proyectado por él.
Esta gozosa y admirable conjunción
se puede resumir en estos hechos :
Todos los Superiores (Prefectos y
Directores Espirituales) han sido elegidos para el cargo por D. Antonio, sin
interferencias extrañas y son, por lo mismo, personas de su total confianza.
Todos, además, se han formado
íntegramente como seminaristas dentro de su rectorado y bajo su influencia.
La mitad de los Prefectos (creo más
acertado decir “Educadores”, pero
siempre prevaleció el arcaico y más eclesiástico-curial de Prefectos) poseen distintas titulaciones superiores
adquiridas en prestigiosas Universidades bien diversificadas de la Europa progresista y
democrática.
Lo mismo ocurre con la mayoría de
los Profesores del momento, a todo lo largo del currículum académico: desde
primero de Humanidades hasta cuarto de Teología.
Esta magnífica e irrepetible
conjunción es otro de los motivos por los que he elegido la esfera como modelo
al que aproximar y ajustar la realidad educativa del Seminario de esos años.
Éste era el ámbito de personas que
auguraba brillantes frutos educativos, como de hecho así fue. En cuanto a la Pedagogía que
complementaba ese ámbito personal, distinguiré dos aspectos:
La vertiente Organizativa o estructural, y la vertiente Educativa o formativa.
Considero interesante establecer esa
diferenciación a efectos explicativos, aunque es muy evidente que, en buena
ley, ambas son inseparables. La primera
es tributaria de la segunda y ambas forman parte de una misma y única filosofía
pedagógica. No se entendería un proyecto
educativo sin la correspondiente y adecuada organización de la estructura.
Aspectos
estructurales
La estructura organizativa del
Seminario en sus aspectos más generales es sobradamente conocida y no voy a
detenerme en ella. En cambio, creo que
importa destacar, como primera característica de la estructura pedagógica, la
distribución de la gran masa de alumnos en pequeñas comunidades, sobre todo en
el Seminario Menor. Más tarde se aplicó
un sistema similar en el Seminario Mayor.
Anotemos que esta forma de organización era muy novedosa en un
Seminario.
Crear una pequeña comunidad
implicaba habilitar espacios físicos suficientes y necesarios para la vida autónoma
de cada una: capilla, comedor, dormitorio
. . . propios. No importó que tales espacios tuvieran
notables limitaciones y penurias; lo que importaba era la vivencia
comunitaria. Pero además, y sobre todo,
cada pequeña comunidad suponía destinarle un Superior también propio y
exclusivo.
De este modo, cada comunidad, sin
perder su integración natural de convivencia en núcleos más amplios, sin ningún
tipo de inútiles e indeseables aislamientos, formaba una unidad completa y
autónoma con su Educador al frente. Ello
permitía una gran riqueza y variedad de formas de entender y vivir una misma
filosofía educativa, la proyectada para todos por D. Antonio Rodilla.
Una segunda característica
pedagógica, derivada de la anterior, consiste en que la forma de estructurarse,
antes descrita creaba una dinámica de proximidad e integración muy viva y
fluida entre educandos y educadores.
Se abrían así amplias oportunidades
de que el seminarista en cada peldaño de su progresión sacara provecho de los
distintos estilos de vida, los distintos criterios, los distintos talentos, las
distintas iniciativas y enfoques . . .
En definitiva, de todo lo que, en ese trato directo e inmediato, los
sucesivos educadores podían ofrecerle.
Nada más lejos de la verdad que la
concepción monolítica y autoritaria del Seminario de la que acusaban a D.
Antonio sus muchos detractores del exterior, con una visión corta, sesgada,
torticera y a veces interesada de la realidad.
Una tercera pieza de esa estructura
organizativa, también novedosa, era la dedicación plena (día y noche) y exclusiva (sin ninguna otra ocupación) de los educadores a sus educandos. Era ésta una doble condición que favorecía,
todavía más si cabe, una mayor integración de todos los miembros de la
comunidad. Era, por supuesto, una
característica esencial del proyecto de Seminario que se pretendía.
Aspectos
formativos
Con el proyecto estructural
descrito, cuya plenitud se alcanza en este momento, quedan sentadas las bases
para intentar una formación sobresaliente de los seminaristas.
Sin embargo, la vertiente formativa
de la Pedagogía
en el Seminario resulta difícil de concretar, precisamente porque no se trata
de una faceta especialmente descriptible, sino que nos movemos en el ámbito de
las intenciones, las aspiraciones, los deseos, los ideales . . .
Así pues, sin ánimo de ser ni mucho
menos exhaustivo, seleccionaré tres aspectos que considero más relevantes y
diferenciadores respecto a otros modelos educativos al uso.
De ahí que las normas de la llamada
urbanidad, a la vez que una mínima disciplina, fueran el suelo de esa
Pedagogía. El techo, el que cada cual
fuera capaz de alcanzar por sus aptitudes y/o su esfuerzo; no había límites.
La mínima disciplina era la
necesaria para posibilitar un ambiente de estudio y trabajo y un cierto
autocontrol, así como una convivencia armoniosa, basada sobre todo en el principio
de “no molestar”.
De ese modo y con tales
planteamientos se conseguía un ámbito de amplia libertad, a la vez estimulante
y gratificante.
Una segunda característica de
aquella Pedagogía consistía en intentar una formación global, amplia, en nada
excluyente ni limitadora, respetuosa con todas las opciones y opiniones y,
sobre todo, con todas las personas, cualesquiera que fueran su condición o
formas de pensar.
Una formación que en ningún modo
estaba únicamente orientada a la praxis o a la eficacia inmediata. Al contrario, una formación llena de
gratuidades, de contenidos sin porqués ni paraqués, con tal de que esos contenidos sirvieran para amueblar la
mente y/o el espíritu del seminarista.
Una formación que intentaba preparar
para la vida, sin olvidar que no todos los alumnos -ni siquiera la mayoría- terminarían en el sacerdocio.
Una formación que, por tanto, les tenía que procurar el bagaje y los
pertrechos suficientes para afrontar con éxito cualquier realidad, cualquier
situación que pudieran presentarse.
Algunos seminaristas mayores de esa
época se quejaban (¿aún se quejan?) de que no se les enseñaba a ser párrocos, que
era lo que iban a terminar siendo. Ellos
entendían que esa formación básica y amplia, rica donde las hubiera, llena de
posibilidades y de gran altura de miras, era para ser profesores,
investigadores . . . . “intelectuales” lo llamaban despectivamente. No comprendieron que en realidad era para ser
personas. Por lo demás, este tipo de
crítica forma parte de los muchos tópicos y estereotipos que simplifican en un
juicio despectivo, y con una sola frase, situaciones ricas y complejas. El Seminario fue pábulo frecuente de muchos
de esos tópicos y estereotipos.
Es curioso, pero tengo la impresión
de que los alumnos que no accedieron al sacerdocio están más satisfechos y
orgullosos de la formación que recibieron, que aquellos que llegaron al
presbiterado. Habría que comprobarlo con
exactitud. De momento es sólo una
impresión.
El tercer rasgo de esa Pedagogía que
quiero señalar lo cifraría en el binomio cultura-libertad. La cultura entendida como la asimilación de
cuanto hay de bueno y noble en el acervo de la humanidad; como todo aquello que
eleva y perfecciona al hombre por encima de su natural condición menesterosa;
precisamente como impulsora y garante de la libertad. Libertad de pensamiento y de acción; libertad
que lleva al individuo a elegir su rumbo vital, a ser él mismo , a
diferenciarse de la masa, a no dejarse engullir por ella . . .
Epílogo
Este era el marco, en principio
ideal y casi perfecto; por eso lo comparé con la esfera como modelo. El mérito era de D. Antonio Rodilla y de
todos sus colaboradores de esa época: él
como creador e impulsor del proyecto; nosotros como cooperadores necesarios y
ejecutores del mismo.
Hasta dónde supimos aplicarlo,
mejorarlo y hacerlo fructificar, o cuál fue el nivel de éxito alcanzado, no me
corresponde a mí juzgarlo. Pero tengo
muy claro que tenemos que estar orgullosos de la labor que realizamos y del
empeño y esfuerzo con que nos aplicamos.
Ahí están si no la mayoría de aquellos seminaristas que así lo reconocen:
seglares unos, sacerdotes en ejercicio otros, sacerdotes dispensados, y una
docena de Obispos. Son sin duda el fruto
de aquel proyecto y de aquel trabajo, y la base de nuestro orgullo de
educadores.
Por otro lado, siempre queremos que
nuestra visión o nuestro recuerdo recuperen las cosas como fueron en sí. Sin embargo, no podemos pretender que sea
realmente así. Sólo podemos
garantizar -y así lo hago- nuestra sincera intención de máxima
objetividad. Pero es posible que
cualquier otro testigo de los mismos hechos pueda tener una visión o un
recuerdo distintos o incluso divergentes de los aquí expuestos.
L’Olleria,
15 de Febrero 2.011
Comentario de Antonio Vicedo
ResponElimina"El primero .... a otros hombres."
-Este párrafo me sirve de marco a propósito como esquema del comentario que me merece la aportación de J. S, sobre el aspecto formativo del Seminario; aunque yo puedo aportar mi experiencia entre los años 47 al 55.
Se refiere J.S, a una pedagogía formativa adecuada condicionada porque la mayoría de los seminaristas veníamos de un ambiente social modesto o incluso muy modesto de pueblos muy pequeños y aislados. Esa era realidad, pero no en el sentido de que no llegáramos con altos valores de humanidad personal solidaria adquirida en esos ambientes familiares y locales.
Presupone José que eso requería esa pedagogía para elevarnos a niveles socio-culturales aptos para dirigir a otros.
Según mi criterio, desde la experiencia allí vivida y después contrastada, lo considero
motivo de seria crítica por el desconcierto del esquema de valores que intentaron que asumiéramos y se valorabn como criterio de perfección.
Y quiero dejar claro que no me refiero a los planes de formación sobre conocimientos como medios profesionales para la actividad vocacional clerical, aunque no se puede pasar por alto lo negativo del analfabetismo teórico del idioma valenciano-catalán, cuyo uso práctico llegó a estar prohibido.
Me refiero a esa Pedagogía de FORMAtiva con la que se sustituía la de auténtica y valiosa EDUCacción, respetuosa con el bagaje humano que ya llevábamos de solidaridad y pertenencia a ambientes muy ricos en humanidad solidaria familiar y socio-local.
Para nada era una dificultad este bagaje humano a la exigencia de acumulación de conocimientos científicos.
Porque propio de la condición esencial de la persona es la igualdad en valor, dignidad y finalidad de todos los seres humanos y nadie que quiera alcanzar formación o desarrollo personal tiene que considerarse director (jefe,padre) de los demás, sino hermano acompañante de todos, especialmente de los más débiles y necesitados de apoyo.
Aspirar a niveles socio-culturales (de cultivo y no de propio desarrollo humano)era y es algo que no encaja en la perfección humana, si tiene como fín el sobreponerse, sobrevalorarse y subordinar a los otros; más, si lo consideramos desde la perspectiva de coherencia humana testimoniada por Jesús y por Él proclamada como exigencia de la Justicia del Reino del Padre.
Cierto que esa pedagogía formativa de la que A-Rodilla se sentía mecenas e impulsor, encajaba perfectamente con la corriente cultural más acorde con el sistema de valores elitista de los centros de enseñanza superior, cuyo resultado estamos constatando, al comparar el desarrollismo técnico en la Humanidad y el estancamiento o retroceso global de los verdaderos valores sociales humanos de solidaria hermandad, sustituidos por esta clasificación inhumana de las personas que se apoyan en el tener cultura o poder y no en el ser sujetos libres y responsables.
En el análisis posterior y positivo que J.S, hace tanto de quienes no llegaron al sacerdocio, como de los que formaron el clero diocesano e incluso una porción considerable de obispos valencianos, habría que afinar para ver en que grado ha sido buena aportación al influjo de la solidaridad humana sobre todo en los niveles de Justicia Social Distributiva y Hermandad solidaria universal, midiendo esta repercusión, en la respuesta lograda desde las capas más oprimidas y degradadas de la sociedad.
Del análisis serio de los ambientes sociales de la diócesis y de las pastorales de los obispos valencianos por donde han pasado, podríamos sacar claras conclusiones sobre en qué medida esa tan valorada formación en el Seminario de Valencia (Sistema A. Rodilla) ha contribuido a oponerse al sistema neoliberal-capitalista de competencias insolidarias y a la situación en la que se encuentra la eclesialidad valenciana apoyada en el principio de “no molestar”,desde la coherencia evangélica.
Y todo ello dando por supuesta la buena voluntad y la ilusión vocacional que han puesto en el ejercicio de su ministerio la mayoría del clero así FORMAdo. Antonio Vicedo.