RESPONSABILIDAD

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dimarts, 18 de desembre del 2012

La Pedagogía en el Seminario (José Sambartolomé)


CORRESPONDENCIA PREVIA A LA PUBLICACIÓN

 
Estimado amigo:
   Lo primero daros las gracias a todos los que con vuestro esfuerzo   hacéis posible esa pequeña-gran maravilla de HIHIL OBSTAT. Te ruego hagas de portavoz de mi gratitud a todos. Siempre estoy esperando con ilusión el nuevo número.
   ....considero un gran acierto la edición electrónica de la Revista. A mí todavía me ha llegado el Nº 51 en papel.
  No pude comunicar antes mi correo electrónico porque he estado fuera cuatro meses sin internet. Así pues, me apunto a esa edición digital. Pero seguid siendo fuertes y valientes y no dejéis de informarnos y de comunicaros con el pueblo llano al que pertenezco.

   Afectuosamente, José Sambartolomé
Ante todo
Gracias por leer, atender, responder y por el piropo "pequeña-gran maravilla"
Y, a continuación una propuesta:
Había leído en su momento y he releído, con ocasión de tu correo, tu artículo La pedagogía en el Seminario en el libro "Memória i dissidencia".
¿Qué te parece si lo publicamos en el blog?
Recordarás que tanto en el boletín impreso como en el blog hemos publicado distintos artículos referentes a la época del Seminario y este tuyo - a mi parecer - amplía, complementa y ofrece otro punto de vista.
Ya en el colmo de la osadía, paso a la 2ª parte de la propuesta:
Si estás de acuerdo en que se publique ¿podrías enviarnos el artículo en "archivo adjunto" o similar? Además de evitar el trabajo de copiar las más de 6 páginas, ganaríamos en fidelidad al texto.
Espero respuesta
 
...Y la respuesta ha sido esta:
 
 

La  Pedagogía  en  el  Seminario

Años  1.960-70

Apuntes,  recuerdos  y  reflexiones

José  Sambartolomé  Boira

Planteamiento


            No es baladí ni caprichoso destacar de entrada el valor sustantivo del subtitulado de un tema que por genérico puede parecer muy fluido, evanescente y etéreo.

          Importa igualmente advertir que los datos y reflexiones que apunto se apoyan en la frágil cuerda de mi memoria, sin olvidar que han pasado ya  50  años, y que mi orientación vital desde hace más de  40  ha sido muy divergente respecto al tema que nos ocupa.

          Los matemáticos y otros científicos recurren a modelos teóricos, a veces puramente formales, para obtener aproximaciones a la realidad compleja que intentan explicar.

           Si yo tuviera que elegir un modelo para aproximarme y tratar de explicar-exponer la complejidad pedagógica del Seminario de València de los años 60-70, elegiría la figura geométrica de la esfera, por lo que tiene de plenitud, consecución, culmen, equilibrio, perfección en suma . . .  .  y porque en cierto modo responde al ideal utópico de la obra bien hecha.  No en vano en el lenguaje popular se dice:  “esto me ha salido redondo”, como indicando que es más y mejor de lo que cabía esperar.

            Así veo yo ahora la Pedagogía del Seminario de aquellos años.  Así la veía también entonces, sobre todo si la comparaba con otras que conocía o había conocido.  No me falta espíritu crítico, que por cierto era uno de los rasgos de aquella Pedagogía, ni pretendo que todo fuera perfecto y que no hubiera multitud de fallos, errores, etc., como en toda obra humana; pero fueron sin duda pequeños y mucho menos sobresalientes que los aciertos.  Y en esta ocasión no se trata de poner la lupa en lo mínimo, sino de exaltar lo máximo.

            En el período que reseñamos, después de  20  años  -duros y difíciles-  de rectorado de  D. Antonio Rodilla, se produce por fin en el Seminario la increíble conjunción de una serie de circunstancias que suponen la total integración y a la vez la fructífera eclosión del sistema pedagógico proyectado por él.

            Esta gozosa y admirable conjunción se puede resumir en estos hechos :

            Todos los Superiores (Prefectos y Directores Espirituales) han sido elegidos para el cargo por D. Antonio, sin interferencias extrañas y son, por lo mismo, personas de su total confianza.

            Todos, además, se han formado íntegramente como seminaristas dentro de su rectorado y bajo su influencia.

            La mitad de los Prefectos (creo más acertado decir  “Educadores”, pero siempre prevaleció el arcaico y más eclesiástico-curial de Prefectos)  poseen distintas titulaciones superiores adquiridas en prestigiosas Universidades bien diversificadas de la Europa progresista y democrática.

            Lo mismo ocurre con la mayoría de los Profesores del momento, a todo lo largo del currículum académico: desde primero de Humanidades hasta cuarto de Teología.

            Esta magnífica e irrepetible conjunción es otro de los motivos por los que he elegido la esfera como modelo al que aproximar y ajustar la realidad educativa del Seminario de esos años.

             Hay que subrayar que estas circunstancias no fueron fruto de la casualidad o del azar.  Todos nosotros y nuestra preparación formábamos parte  -creo yo-  de un plan, de un proyecto amplio y ambicioso, acariciado desde muchos años atrás y hábilmente conseguido por D. Antonio, a pesar de innumerables obstáculos y dificultades de toda índole.

            Éste era el ámbito de personas que auguraba brillantes frutos educativos, como de hecho así fue.  En cuanto a la Pedagogía que complementaba ese ámbito personal, distinguiré dos aspectos:

La vertiente Organizativa o estructural, y la vertiente Educativa o formativa.

            Considero interesante establecer esa diferenciación a efectos explicativos, aunque es muy evidente que, en buena ley, ambas son inseparables.  La primera es tributaria de la segunda y ambas forman parte de una misma y única filosofía pedagógica.  No se entendería un proyecto educativo sin la correspondiente y adecuada organización de la estructura.
 

Aspectos  estructurales

            La estructura organizativa del Seminario en sus aspectos más generales es sobradamente conocida y no voy a detenerme en ella.  En cambio, creo que importa destacar, como primera característica de la estructura pedagógica, la distribución de la gran masa de alumnos en pequeñas comunidades, sobre todo en el Seminario Menor.  Más tarde se aplicó un sistema similar en el Seminario Mayor.  Anotemos que esta forma de organización era muy novedosa en un Seminario.

            Crear una pequeña comunidad implicaba habilitar espacios físicos suficientes y necesarios para la vida autónoma de cada una:  capilla, comedor, dormitorio . . .  propios.  No importó que tales espacios tuvieran notables limitaciones y penurias; lo que importaba era la vivencia comunitaria.  Pero además, y sobre todo, cada pequeña comunidad suponía destinarle un Superior también propio y exclusivo.

            De este modo, cada comunidad, sin perder su integración natural de convivencia en núcleos más amplios, sin ningún tipo de inútiles e indeseables aislamientos, formaba una unidad completa y autónoma con su Educador al frente.  Ello permitía una gran riqueza y variedad de formas de entender y vivir una misma filosofía educativa, la proyectada para todos por D. Antonio Rodilla.

            Una segunda característica pedagógica, derivada de la anterior, consiste en que la forma de estructurarse, antes descrita creaba una dinámica de proximidad e integración muy viva y fluida entre educandos y educadores.

            Se abrían así amplias oportunidades de que el seminarista en cada peldaño de su progresión sacara provecho de los distintos estilos de vida, los distintos criterios, los distintos talentos, las distintas iniciativas y enfoques . . .  En definitiva, de todo lo que, en ese trato directo e inmediato, los sucesivos educadores podían ofrecerle.

            Nada más lejos de la verdad que la concepción monolítica y autoritaria del Seminario de la que acusaban a D. Antonio sus muchos detractores del exterior, con una visión corta, sesgada, torticera y a veces interesada de la realidad.

            Una tercera pieza de esa estructura organizativa, también novedosa, era la dedicación plena (día y noche)  y exclusiva  (sin ninguna otra ocupación)  de los educadores a sus educandos.  Era ésta una doble condición que favorecía, todavía más si cabe, una mayor integración de todos los miembros de la comunidad.  Era, por supuesto, una característica esencial del proyecto de Seminario que se pretendía.
 

Aspectos  formativos

            Con el proyecto estructural descrito, cuya plenitud se alcanza en este momento, quedan sentadas las bases para intentar una formación sobresaliente de los seminaristas.

            Sin embargo, la vertiente formativa de la Pedagogía en el Seminario resulta difícil de concretar, precisamente porque no se trata de una faceta especialmente descriptible, sino que nos movemos en el ámbito de las intenciones, las aspiraciones, los deseos, los ideales . . .

            Así pues, sin ánimo de ser ni mucho menos exhaustivo, seleccionaré tres aspectos que considero más relevantes y diferenciadores respecto a otros modelos educativos al uso.

            El primero hace referencia a que la gran mayoría de seminaristas era de extracción social modesta o incluso muy modesta, y procedía de pueblos con frecuencia pequeños y aislados.  Este hecho condicionaba sin duda el planteamiento de una Pedagogía formativa adecuada.  Había que contar y partir de esas condiciones y aspirar a elevarlas a niveles socio-culturales de hombres que tenían que dirigir a otros hombres.

            De ahí que las normas de la llamada urbanidad, a la vez que una mínima disciplina, fueran el suelo de esa Pedagogía.  El techo, el que cada cual fuera capaz de alcanzar por sus aptitudes y/o su esfuerzo; no había límites.

            La mínima disciplina era la necesaria para posibilitar un ambiente de estudio y trabajo y un cierto autocontrol, así como una convivencia armoniosa, basada sobre todo en el principio de  “no molestar”.

            De ese modo y con tales planteamientos se conseguía un ámbito de amplia libertad, a la vez estimulante y gratificante.

            Una segunda característica de aquella Pedagogía consistía en intentar una formación global, amplia, en nada excluyente ni limitadora, respetuosa con todas las opciones y opiniones y, sobre todo, con todas las personas, cualesquiera que fueran su condición o formas de pensar.

            Una formación que en ningún modo estaba únicamente orientada a la praxis o a la eficacia inmediata.  Al contrario, una formación llena de gratuidades, de contenidos sin porqués ni paraqués, con tal de que  esos contenidos sirvieran para amueblar la mente y/o el espíritu del seminarista.

            Una formación que intentaba preparar para la vida, sin olvidar que no todos los alumnos  -ni siquiera la mayoría-  terminarían en el sacerdocio.

Una formación que, por tanto, les tenía que procurar el bagaje y los pertrechos suficientes para afrontar con éxito cualquier realidad, cualquier situación que pudieran presentarse.

            Algunos seminaristas mayores de esa época se quejaban  (¿aún se quejan?)  de que no se les enseñaba a ser párrocos, que era lo que iban a terminar siendo.  Ellos entendían que esa formación básica y amplia, rica donde las hubiera, llena de posibilidades y de gran altura de miras, era para ser profesores, investigadores . . . . “intelectuales” lo llamaban despectivamente.  No comprendieron que en realidad era para ser personas.  Por lo demás, este tipo de crítica forma parte de los muchos tópicos y estereotipos que simplifican en un juicio despectivo, y con una sola frase, situaciones ricas y complejas.  El Seminario fue pábulo frecuente de muchos de esos tópicos y estereotipos.

            Es curioso, pero tengo la impresión de que los alumnos que no accedieron al sacerdocio están más satisfechos y orgullosos de la formación que recibieron, que aquellos que llegaron al presbiterado.  Habría que comprobarlo con exactitud.  De momento es sólo una impresión.

            El tercer rasgo de esa Pedagogía que quiero señalar lo cifraría en el binomio cultura-libertad.  La cultura entendida como la asimilación de cuanto hay de bueno y noble en el acervo de la humanidad; como todo aquello que eleva y perfecciona al hombre por encima de su natural condición menesterosa; precisamente como impulsora y garante de la libertad.  Libertad de pensamiento y de acción; libertad que lleva al individuo a elegir su rumbo vital, a ser él mismo , a diferenciarse de la masa, a no dejarse engullir por ella . . .

Epílogo

            Este era el marco, en principio ideal y casi perfecto; por eso lo comparé con la esfera como modelo.  El mérito era de D. Antonio Rodilla y de todos sus colaboradores de esa época:  él como creador e impulsor del proyecto; nosotros como cooperadores necesarios y ejecutores del mismo.

            Hasta dónde supimos aplicarlo, mejorarlo y hacerlo fructificar, o cuál fue el nivel de éxito alcanzado, no me corresponde a mí juzgarlo.  Pero tengo muy claro que tenemos que estar orgullosos de la labor que realizamos y del empeño y esfuerzo con que nos aplicamos.  Ahí están si no la mayoría de aquellos seminaristas que así lo reconocen: seglares unos, sacerdotes en ejercicio otros, sacerdotes dispensados, y una docena de Obispos.  Son sin duda el fruto de aquel proyecto y de aquel trabajo, y la base de nuestro orgullo de educadores.
 
            Soy consciente de las importantes lagunas de estas notas.  Pero mi propósito no era otro que pergeñar y poner en relieve sólo algunos aspectos de aquel proyecto.

            Por otro lado, siempre queremos que nuestra visión o nuestro recuerdo recuperen las cosas como fueron en sí.  Sin embargo, no podemos pretender que sea realmente así.  Sólo podemos garantizar  -y así lo hago-  nuestra sincera intención de máxima objetividad.  Pero es posible que cualquier otro testigo de los mismos hechos pueda tener una visión o un recuerdo distintos o incluso divergentes de los aquí expuestos.

L’Olleria, 15 de Febrero 2.011

1 comentari:

  1. Comentario de Antonio Vicedo

    "El primero .... a otros hombres."

    -Este párrafo me sirve de marco a propósito como esquema del comentario que me merece la aportación de J. S, sobre el aspecto formativo del Seminario; aunque yo puedo aportar mi experiencia entre los años 47 al 55.
    Se refiere J.S, a una pedagogía formativa adecuada condicionada porque la mayoría de los seminaristas veníamos de un ambiente social modesto o incluso muy modesto de pueblos muy pequeños y aislados. Esa era realidad, pero no en el sentido de que no llegáramos con altos valores de humanidad personal solidaria adquirida en esos ambientes familiares y locales.
    Presupone José que eso requería esa pedagogía para elevarnos a niveles socio-culturales aptos para dirigir a otros.
    Según mi criterio, desde la experiencia allí vivida y después contrastada, lo considero
    motivo de seria crítica por el desconcierto del esquema de valores que intentaron que asumiéramos y se valorabn como criterio de perfección.
    Y quiero dejar claro que no me refiero a los planes de formación sobre conocimientos como medios profesionales para la actividad vocacional clerical, aunque no se puede pasar por alto lo negativo del analfabetismo teórico del idioma valenciano-catalán, cuyo uso práctico llegó a estar prohibido.
    Me refiero a esa Pedagogía de FORMAtiva con la que se sustituía la de auténtica y valiosa EDUCacción, respetuosa con el bagaje humano que ya llevábamos de solidaridad y pertenencia a ambientes muy ricos en humanidad solidaria familiar y socio-local.
    Para nada era una dificultad este bagaje humano a la exigencia de acumulación de conocimientos científicos.
    Porque propio de la condición esencial de la persona es la igualdad en valor, dignidad y finalidad de todos los seres humanos y nadie que quiera alcanzar formación o desarrollo personal tiene que considerarse director (jefe,padre) de los demás, sino hermano acompañante de todos, especialmente de los más débiles y necesitados de apoyo.
    Aspirar a niveles socio-culturales (de cultivo y no de propio desarrollo humano)era y es algo que no encaja en la perfección humana, si tiene como fín el sobreponerse, sobrevalorarse y subordinar a los otros; más, si lo consideramos desde la perspectiva de coherencia humana testimoniada por Jesús y por Él proclamada como exigencia de la Justicia del Reino del Padre.
    Cierto que esa pedagogía formativa de la que A-Rodilla se sentía mecenas e impulsor, encajaba perfectamente con la corriente cultural más acorde con el sistema de valores elitista de los centros de enseñanza superior, cuyo resultado estamos constatando, al comparar el desarrollismo técnico en la Humanidad y el estancamiento o retroceso global de los verdaderos valores sociales humanos de solidaria hermandad, sustituidos por esta clasificación inhumana de las personas que se apoyan en el tener cultura o poder y no en el ser sujetos libres y responsables.
    En el análisis posterior y positivo que J.S, hace tanto de quienes no llegaron al sacerdocio, como de los que formaron el clero diocesano e incluso una porción considerable de obispos valencianos, habría que afinar para ver en que grado ha sido buena aportación al influjo de la solidaridad humana sobre todo en los niveles de Justicia Social Distributiva y Hermandad solidaria universal, midiendo esta repercusión, en la respuesta lograda desde las capas más oprimidas y degradadas de la sociedad.
    Del análisis serio de los ambientes sociales de la diócesis y de las pastorales de los obispos valencianos por donde han pasado, podríamos sacar claras conclusiones sobre en qué medida esa tan valorada formación en el Seminario de Valencia (Sistema A. Rodilla) ha contribuido a oponerse al sistema neoliberal-capitalista de competencias insolidarias y a la situación en la que se encuentra la eclesialidad valenciana apoyada en el principio de “no molestar”,desde la coherencia evangélica.
    Y todo ello dando por supuesta la buena voluntad y la ilusión vocacional que han puesto en el ejercicio de su ministerio la mayoría del clero así FORMAdo. Antonio Vicedo.

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