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dissabte, 21 de desembre del 2019

"El Reverendo" de Paul Schrader (José Maria Monzó)



Título original: First Reformedaka (El Reverendo) 2017 USA.

Dirección y guión: Paul Schrader-

Reparto

Premios
2018: Premios Oscar: Nominada a mejor guion original
2018: Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor guion y actor (Hawke)
2018: Asociación de críticos de Los Angeles: Mejor actor (Hawke)
2018: National Board of Review (NBR): Mejores 10 películas del año, guion original.
2018: American Film Institute (AFI): Top 10 - Mejores películas del año
2018: Critics Choice Awards: Mejor guion original
2018: Premios Independent Spirit: Mejor actor (Ethan Hawke). 4 nominaciones
2018: Asociación de Críticos de Chicago: Mejor actor (Hawke) y Mejor guion. 4 nom.
2018: Premios Gotham: Mejor guion y actor (Hawke). 3 nominaciones
2018: Satellite Awards: Nomin. a mejor película, guion y actor (Hawke)


EL REVERENDO

Introducción.

Antes de analizar el contenido y las formas de la película es necesario proporcionar al lector unas notas sobre Paul Schrader de su transcurrir profesional como destacado guionista, crítico cinematográfico, realizador y autor de un libro en 1972 en el que se hace un análisis del medio cinematográfico en relación a lo que él llama el estilo trascendente en el cine en el cine. El libro lo titula “El estilo trascendental en el cine. Ozu, Bresson, Dreyer”[1]. En aquel momento Schrader era un joven crítico educado en la ortodoxia calvinista con claves dualistas: pecado-gracia, oscuridad-luz y la necesidad absoluta de una redención.

Schrader en su trayectoria profesional se abre paso como guionista en producciones norteamericanas creando personajes metafóricos que se convierten en auténticos iconos. Así en Taxi Driver (1976), Toro salvaje (1980) y La última tentación de Cristo (1988) dirigidas por Martin Scorsese, también en Yakuza (1974) de Sydney Pollack y Fascinación (1976) de Brian DePalma, por citar las más significativas.

Como director aporta un mundo visual sugerente en cuanto a las formas cinematográficas y en sus contenidos, donde se concibe la vida como tragedia, soledad, desesperación y por tanto se propone la necesidad de una redención que no llega: Aflicción (1977) American Gigolo (1980). Son un claro ejemplo en que se dan cita grandes contrastes y búsqueda casi obsesiva de redención que no encuentra salida.

Como crítico desde muy joven proyecta sus inquietudes intelectuales en la prestigiosa revista Film Comment. En este medio desarrolla su atención sobre ‘otro cine’ con dimensiones tanto estilísticas, formales y de contenido, distintas a las que él transmite en sus guiones y posteriores realizaciones. Dreyer, Ozu o Bresson son directores en los que descubre otros mundos visuales, otras formas narrativas cuyo núcleo es la persona humana ante interrogantes básicos que la conducen a encontrarse con otra presencia, con la etiqueta de trascendencia. Este libro tuvo gran repercusión y polémica de donde se derivó el análisis de lo que comúnmente se denominaba ‘cine religioso’.



Lo que Schrader plantea es si un estilo trascendental en el cine es posible a partir de su estudio de los directores que hemos citado. En este respecto recojo un comentario mío de un estudio que elaboré sobre Ordet (1954) de Dreyer: “El cine cuenta historias, utiliza unos géneros y un lenguaje. Lo realizan unos autores (directores) con estilos diversos, con sensibilidades distintas, con posturas éticas plurales que de alguna forma configuran unos contenidos. Y además existe un espectador, el sujeto receptor, capaz o incapaz de captar unos contenidos y sus múltiples matices. El espectador puede tener fe o no tenerla, ser creyente confesional o incluso ser creyente pero no confesional, ser agnóstico o confesarse ateo. Todo ello aumenta la dificultad en la definición de un cine con etiqueta de religioso y más todavía llegar a defender la existencia de un estilo cinematográfico que algunos llaman de lo trascendente como un guía que puede conducir a la comunicación con lo divino o lo sagrado”[2]. Por lo que concluyo que el término de ‘estilo trascendente’ que Schrader acuña es engañoso y habría que definirlo mejor dentro del lenguaje cinematográfico. Sin embargo en la búsqueda que él realiza en su libro, los caminos que explora y sus contradicciones para llegar a la técnica del estilo trascendente en el cine son muy válidos y sus aportaciones merecen tenerse en cuenta.

También como punto de partida del análisis de El Reverendo hemos de citar al mismo Schrader en una reciente entrevista: “… y después de haber vivido cuarenta y siete años escribiendo, sentía que ya era el momento de concebir un film como éste y me decidí a ello. Llegó de manera natural, de repente me convencí de que era el momento de concebir un film en torno a la vida espiritual. Y una vez que tomé esa decisión fue cuando me puse a ver todas aquellas antiguas películas de que hablaba en el libro esperando que la inspiración para este nuevo proyecto llegase mientras las veía.”[3] Lo cierto es que su nueva película, “El Reverendo” tras largo tiempo transcurrido desde la publicación de su libro, nos acerca de lleno a aquel cine, ese ‘otro cine’, que a él tanto le interesó en su momento y de gran intensidad interior dentro de una lucha descarnada entre el mundo de la fe, de la duda y de la esperanza.

Erns Toller (el protagonista) Ethan Hawke, es un Pastor de la Iglesia Reformada. Relata en su diario que en su momento, debido a su devoción patriótica, empuja a su hijo para que se aliste en la guerra de Irak enfrentándose a su mujer quien se niega a ello. Su hijo muere en el frente, y como consecuencia pierde a su mujer quien rompe con él y lo abandona. Toller desde entonces atraviesa una profunda crisis humana y de su propia fe, a la vez que ejerce como Pastor en la Primera Iglesia Reformada de Snowbrilge, Nueva York. La historia tiene lugar en nuestros días, así lo marca en su diario: 2017.


Estructura, desarrollo y análisis fílmico

Sobre las inserciones de los títulos de crédito y el casting de la película en su inicio, aparece un encuadre del edificio de una iglesia de estilo colonial. Un traveling lento de acercamiento la va mostrando como un templo edificado con un buen cimiento, sólido y definitivo que corresponde a la ‘casa de Dios’. Un letrero reza: “Primera Iglesia Reformada, fundada en 1767. Construida en 1801 por colonos de Frisia Occidental”. Plano cercano de la torre y primerísimo plano de la puerta de entrada. La imagen resalta intencionadamente la importancia del edificio externo, material y deja para más adelante su aspecto interior. Un lugar de reclamo turístico donde va a tener lugar la fiesta del 250 aniversario de su consagración, acontecimiento social de primera magnitud.

Corte de imagen: lugar interior. La imagen en primer plano encuadra una mano escribiendo y una voz en off masculina que dice: “He decidido escribir un diario. No en un programa de Word, ni en un archivo digital, sino a mano, escribiendo cada palabra para que cada trazo de caligrafía, cada palabra elegida, tachada, corregida, todo quede grabado… para que constatados mis pensamientos y día a día sin ocultarme nada… Cuando se escribe sobre uno mismo no se debe mostrar piedad… Mantendré este diario durante un año, doce meses, y al finalizar ese tiempo lo destruiré”.

La escritura por parte de Toller de su diario es el hilo conductor narrativo de la película. Es el método elegido por Schrader como una accesis rígida para expresar pensamientos y sentimientos desde una total libertad ante la crisis humana y desde la crisis de fe del protagonista. Y no solo vamos a seguir su escritura en forma directa, en presente, sino también se introduce su voz en off en escenas que recogen hechos que está viviendo y que al mismo tiempo se hacen presentes en su interior durante el acontecer diario.

El recurso del diario y su escritura es el único camino para conocer el mundo interior del personaje y desde una narrativa no literaria sino cinematográfica mediante la filtración de constantes imágenes que aportan vida en presente no solamente del personaje principal sino también de quienes se relacionan con él. Y constituye la forma como el protagonista lee a cada una de las personas con las que se encuentra, a las que compadece, ama o rechaza y también la forma como vive la fe en su ministerio de Pastor, sus fuertes contradicciones al chocar con los intereses del poder de esa Iglesia y las interpretaciones manipuladas de las Escrituras y de la Palabra de Cristo.

El diario en la película como estructura narrativa sin duda tiene su base cinematográfica en una película de los directores que él subrayaba en su libro. Se trata de Bresson y de su película El diario de un cura rural (1950). A ello hay que añadir su singular puesta en escena austera, como ejercicio de accesis, de sobriedad, y al mismo tiempo con tintes oscuros que aporta la crisis del protagonista convertida en su propia enfermedad. Utiliza constantemente la cámara fija en personajes, espacios interiores, lugares exteriores por los que entran y salen de plano sus personajes con un tiempo retenido, contenido, lento, donde la imagen por medio del montaje construye el relato. Ante el conflicto la cámara se acerca a primeros planos de los rostros y se detiene para ser testigo de la cercanía carnal de lo que está sucediendo. El espectador recibe continuos impactos desde esas imágenes, sus planos y su puesta en escena.

Escena en el interior de la iglesia en una ceremonia con pocos fieles que contrasta con la imagen de su exterior triunfalista. Toller lee un texto que interroga a los presentes: “¿Cuál es tu único consuelo en la vida y en la muerte?”. Curioso montaje que nos conduce a la imagen de la escritura del diario y la voz en off que nos da la respuesta: “Jesucristo”. Y la imagen continúa mostrándonos a Toller a través del diario: “Pensamiento que me ronda todo el día consciente de que Él me está escuchando. Este diario es una forma de hablar, de comunicación de unos con otros, es una forma de oración”. Tema, el de la oración, con un contenido de necesidad vital de comunicación con la trascendencia, y no como forma estereotipada de las plegarias-rezos rituales en la iglesia.

Desde estos planteamientos el motor de la narrativa en toda la película es existencial y el acontecer da paso a otro personaje importante Mary, Amanda Seyfried. Feligresa que pide al pastor que acuda a su casa para hablar con su marido necesitado de ayuda en un momento de crisis personal. Mary espera un hijo. Michael, su marido, es un activista comprometido con el movimiento Planeta Verde que lucha por el Ecologismo para salvar el planeta de su destrucción por causa de gases contaminantes y el proceso del cambio climático con sus graves consecuencias. Michael sabe lo que es la cárcel por su activismo en una manifestación violenta. En el encuentro Michael se sincera con el Pastor, le muestra su desesperación por la falta de actuaciones que eviten esa catástrofe. A eso se añade el hecho de que viene un hijo de camino a ese mundo abocado a la destrucción. Puesta en escena de planos fijos y de grandes silencios. Silencios que refuerzan la intensidad del momento a través de repetidos planos cercanos que destacan los puntos de vista de los personajes y crean contenidos interiores con un relato que subraya una situación sin salida y que va a permanecer en su efectos a lo largo de todo el metraje de la película. “La razón –le dice Michael- no da respuestas y solo vale el coraje… ¿Puede Dios perdonarnos por lo que estamos haciendo a este planeta? No lo sé –le responde Toller- Quién sabe qué piensa Dios… Crecer, perdonar. La gracia nos alcanza a todos… Yo creo en eso.” Pero la respuesta de Michael es clara: “Sé que nada va cambiar, que no hay esperanza”.


Desarrollo

Se da paso a la presentación de otro personaje, Jeffer, responsable administrativo de la iglesia y encargado de la celebración de la fiesta del aniversario y de sufragar los gastos que ocasiona. Jeffer interpela a Toller y lo vigila en su acción pastoral. Ester, encargada del coro y de algunas actividades de formación en un círculo parroquial “Vida Abundante”, organiza reuniones para el curso de dichas actividades. Ella ha tenido una íntima relación con Toller y busca su continuidad. A Toller le molesta y la rechaza. Las actividades parroquiales buscan la profundización de la necesidad del discernimiento en la vida cristiana y proponen actividades de compromiso cristiano en las que se subraya la importancia de la oración para ese discernimiento.

El final trágico de Michael, arrastrado por la desesperación ante una causa perdida, implica a Toller que se siente responsable por su propia inutilidad. Comienza una larga escena impactante en la que se esparcen las cenizas de Michael en un vertedero. Esta escena incide en el desarrollo narrativo de forma diversa en cada uno de los personajes y en la Iglesia como institución preocupada sobre todo en guardar las apariencias de un suicidio por encima de la fidelidad a la palabra de Cristo. El suicidio y el rito funerario laico impactan de forma personal y social en los dirigentes de la iglesia. Su puesta en escena comienza con la lectura del libro de Job que interroga a los presentes “¿Dónde estabas Dios en esos momentos?...” El coro de jóvenes de la iglesia marca el contexto y la situación de lo que acontece e interpretan una canción en la dicha ceremonia:

“Protege la tierra, niño del mañana.
Protege la tierra de la avaricia del hombre.
Protege las plantas y renueva la tierra…
¡Quién va plantarse y salvar la tierra?
¿Quién va a decir que ya basta?
Todo empieza contigo y conmigo.

Este acto fúnebre lo recoge la prensa local y se convierte en una acusación a Toller por parte de un gran magnate de la industria contaminante que además es el gran protector y mecenas económico de la fiesta del aniversario. A Toller lo acusan de un acto político que es denunciado y rechazado por la iglesia oficial.

La culminación del desarrollo y el desenlace de la película se centra en la celebración de la fiesta de aniversario y la reconsagración de ese Templo de la Iglesia Reformada. Las escenas que conducen al desenlace producen tal tensión y dramatismo que enunciarlo en este análisis sería crear frustración sobre todo para quien todavía no ha visto la película, de ahí que solo apunto algunas claves a tener en cuenta en el desarrollo del relato y las formas cinematográficas en que se construye. Formas que están medidas casi matemáticamente para dar sentido a cada una de las acciones de los personajes principales.

Cuatro claves hay que tener en cuenta en el desenlace. 

Una se centra en la crisis personal y existencial de Toller que le viene de su trágico pasado por la pérdida de su hijo de la que se siente culpable. 
Otra clave reside en lo que supone el encuentro con Mary y todo lo que acontece a su marido Michael. Toller y Mary continúan viéndose hasta que ella se desplaza a casa de su hermana por su embarazo aunque le dice a Toller que intentará acudir a la fiesta del aniversario. 
La tercera se desenvuelve ante el problema de una Iglesia desprovista de una verdad evangélica y preocupada sobre todo por la proyección de su imagen externa. Iglesia que se presenta como lugar de turismo y vendida a poderes del capital económico que además son causantes de la destrucción del planeta al generar una enorme contaminación.
Y la cuarta clave se desarrolla en el contexto de la enfermedad de Toller, su avance, y la despreocupación con que la afronta.

“Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”. Palabras del Evangelio escritas con gran tamaño en el frontis del templo para acoger a los visitantes en la magna celebración de la fiesta de aniversario. Sin embargo esa vida de ninguna forma se hace visible en la Iglesia. El Pastor Jeffers, administrador del acontecimiento, reprocha a Toller su abandono ante la enfermedad y su angustia no disimulada: “Siempre estás en el Huerto de los Olivos sudando sangre” -le dice-, Para ti cada hora es la más oscura”. A lo que le responde Toller: “¿Qué pasa con la Creación?... ¿Quién habla por Dios? Observemos con atención la puesta en imagen de este acoso: planificación de frente desde la espalda de ambos personajes y que separa en la escenificación dos mundos interiores totalmente distintos, contrapuestos y antagónicos.

Es importante señalar toda la escenografía de la casa en que vive Toller, su absoluta desnudez sin casi muebles, su frialdad, que pone en imagen la crisis de soledad y de tristeza por la que está pasando el personaje principal. El color de toda la película en estas escenas parece convertirse en blanco y negro, en el que dominan los tonos grises.

Hay una escena singular que narra un encuentro en casa de Toller que expresa en imagen sentimientos difíciles de explicitar literariamente y que vienen a construir una metáfora sobre vivencias íntimas, profundas, quizá polémicas por su vertiente corporal, y al mismo tiempo esclarecedoras de la relación entre Mary y Toller.

Los últimos diez minutos de la película en que se produce el desenlace hay que destacar la estructura de un montaje paralelo entre el espacio interior (casa de Toller) y el exterior conducido por su mirada que muestra la puerta de la iglesia por donde entran los feligreses y el espacio del templo donde se va a celebrar el rito de reconsagración que se va retrasando por la ausencia de Toller. Los fieles cantan el himno de Lutero Castillo fuerte es nuestro Dios. Es un título que marca las murallas de una Iglesia encerrada en sí misma y a la vez acentúa el contraste de la crisis de Toller a punto de estallar.

La puesta en escena del último minuto de la película de Schrader culmina en lo que él entendió siempre como la puesta en imagen del estilo trascendental en el cine. Y esta es la gran síntesis de El Reverendo: la tensión mantenida en toda la película de dos grandes polos, la inmanencia y la trascendencia, claves de esa búsqueda de Schrader que pretende poner en imagen. Esta tensión responde a las dos vertientes del Cristo de los Evangelios: al profundo grito en la cruz Padre por qué me has abandonado, su terrenalidad, unido al grito también desde esa cruz Padre en tus manos entrego mi persona, su trascendencia.

Como en la película de Bresson El diario de un cura rural, basada en la novela de Bernanos, podemos decir que El Reverendo culmina cinematográficamente en manifestar que ‘Todo es gracia’ desde un final muy brillante con una original toma en picado y circular envolvente, de una intensa luminosidad, sobre los dos protagonistas. Es metáfora de salvación abierta a una esperanza que nace de vivir desde el amor carnal y espiritual.

José María Monzó..Licenciado en Teología
                              Crítico y ensayista de Cine.


NOTA.- Este artículo fué publicado en la revista iglesia viva , nº 279, 3er trmestre de 2019.




[1] En España se publica 27 años después: “El estilo trascendental en el cine. Ozu, Bresson, Dreyer.” Ediciones JC. Madrid 1999
[2] “Ordet. Carl Theodor Dreyer”. Josémaría Monzó. Editorial Nau Llibres. Valencia. 2008. Pág. 112.
[3] “Caimán, Cuadernos de Cine” Nº 75. Entrevista de Jonai Armas-Carlos Losilla. Madrid. Octubre 2018.

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