La cumbre de Paris por Cambio Climático y la Diversidad Biológica
quizás haya sido lo que ha motivado en algunos escritores un nuevo campo de
conflicto entre la religión y la ciencia? Sin embargo yo tengo razones para
pensar que es fruto de un malentendido por una de las partes o por ambas.
Así lo parece en algunas
publicaciones que se han escrito.
Lo primero que hay que tener en
cuenta es que, como ya ha ocurrido otras veces, es un error mayúsculo interpretar
los textos bíblicos al pié de la letra.
Los relatos Bíblicos no tienen
valor histórico en el sentido moderno de la ciencia, como se ha venido haciendo
por ignorancia desde hace siglos. Valga el proceso a Galileo como ejemplo.
Hasta el siglo XIX se atribuía a
Moisés la escritura del Pentateuco, y sin embargo hoy nadie discute que su
origen es muy anterior y que sus autores fueron quienes pusieron por escrito la
cuatro traiciones orales de tiempos más antiguos y de origen desconocido: la Yhavista , la Elohista , la Deuteronómica y la Sacerdotal.
Así pues fue un proceso similar a las
tradiciones que tienen todas las culturas, cuando intentan dar un sentido al
origen y al destino de sus pueblos.
Pues bien, únicamente desde este
presupuesto se puede interpretar sin disparatar el sentido simbólico de dichas tradiciones
de la Biblia.
Trascribo sólo algunos de los
párrafos de la Biblia
en que se basan los recelos y acusaciones.
“Y
dijo Dios:-He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda
la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para
comer.”
«Hagamos
al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces
del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas
terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la tierra”
Lo primero que debo advertir es que como
muchas otras polémicas se desarrollan más en el campo de los sentimientos y
pasiones que en el de la racionalidad. Y que el apasionamiento es una amenaza
para la verdad; que los extremismos en los que se desenvuelve no casan bien con
la objetividad.
No puedo evitar mi denuncia contra la
hipocresía en que se fundamentan los sofismas de los “animalistas” para impedir
el trato que se hace de los animales.
Si fuera así, con su lógica se
llegaría a pedir la supresión de la caza, de las granjas, las carnicerías, y
más de mil formas de aprovecharse de los animales. Capitulo aparte merece la
relación de afecto y sumisión casi humanos con los perros a quienes a la vez se
les quiere, se les cuida y se les explota.
El debate sobre los toros podría
ser un buen ejemplo para aclarar este problema. Ahí confluyen el amor a los
animales y la tortura como espectáculo. El apasionamiento no sólo con que se
defienden sus posturas, sino la ferocidad con que se ataca a los otros, hace
difícil el dialogo y la comprensión.
Yo solamente tengo unas cosas
claras.
Los argumentos para atacar a los
taurinos se centran en que hacen en sus fiestas un espectáculo de crueldad para
disfrutar del sufrimiento del toro. Afirmación que niegan rotundamente los
taurinos porque al toro se le quiere, se le teme y hasta se le idolatra desde
tiempos inmemorables.
Me resulta muy difícil calificar de
inhumanos la lucha y caza que desde el Paleolítico hace un millón de años, tal
como se ve en la cuevas de Atapuerca, o en los grabados del palacio Cnosos de
Creta donde, desde hace más de 2.000 años, los jóvenes juegan arriesgando sus
vidas saltando con elegancia a los toros, y no digamos la diversas formas de apacentar
de los pacíficos pastores de ganados de corderos, con único fin de aprovechar
despiadadamente sus carnes y su lana.
La relación hombre con los animales
es todo un mundo maravilloso y complejo inclusive contradictorio y si se me
permite el retruécano “Humanizador.”
Los así llamados “animalistas” con
la mejor voluntad no hacen sino simplificarlo, reduciendo sus múltiples
funciones.
Por otra parte lo único que viene a
decir la Biblia
es que Dios quiere que los hombres trabajen la tierra con esmero y que gocen de
sus frutos y así también de los animales y el universo entero, que en
definitiva no es sino la gran casa que deben cuidar y disfrutar.
Termino con dos afirmaciones mías
ahora sí “radicales”.
Primera: es cierto que la
Biblia afirma que Dios hace al hombre dueño y señor de toda
la creación y en consecuencia debe primero aprovecharse de ella en beneficio
propio y sin hipotecas a poderes extrahumanos
Segunda: que ese hombre ha alcanzado una nueva e inminente situación
límite con el agotamiento terrible y un deterioro de los recursos de la
naturaleza y el empobrecimiento de la biodiversidad, que sólo él puede evitar.
Y que este cataclismo es a la vez contario a la voluntad de su Creador y mortal
para el hombre.
Laudato si |
Y llevando estos pensamientos a su conclusión lógica, aunque a alguien
le sorprenda, se podría afirmar que de algún modo y hasta cierto punto el Dios
de la Biblia
es ECOLOGISTA, ó empleando un leguaje eclesiástico, se podría decir que la religión
Judeocristiana “bendice” los
movimientos ecologistas.
Lo me hace sospechar en este asunto
no deberían enfrentarse la fe y la ciencia, sino bien al contrario cultivar la
sinergia.
Ramón Gascó.
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