Castellanos de Castilla,
tratad bien a
los gallegos;
cuando van,
van como rosas;
cuando
vuelven, como negros.
[...]
A Castilla fue
por pan
y jaramagos le
dieron,
diéronle hiel
por bebida,
penitas por
alimento.
Diéronle, en
fin, cuanto amargo
tiene la vida
en su seno...
¡Castellanos,
castellanos
tenéis corazón
de hierro!
[...]
Permita Dios,
castellanos,
castellanos
que aborrezco,
que antes los
gallegos mueran
que ir a
pediros sustento.
Tan mal
corazón tenéis,
secos hijos
del desierto,
que si amargo
pan os ganan
lo dais
envuelto en veneno.
[...]
¡Castellanos
de Castilla,
tenéis corazón
de acero,
como peña el
alma dura
y sin entrañas
el pecho!
En tronos de
paja erguidos,
sin
fundamento, soberbios,
aún pensáis
que vuestros hijos
para serviros
nacieron.
Y nunca tan
torpe idea,
tan criminal
pensamiento,
cupo en
cabezas más faustas
ni en más
fastuos sentimientos.
Que Castilla y
castellanos,
todos en
montón revueltos,
no valen lo
que una brizna
de nuestros
campos tan frescos.
Sólo ponzosas
charcas
sobre el
ardoso suelo
tienes,
Castilla, que mojen
esos labios
sedientos.
Que el mar te
dejó olvidada
y lejos de ti
corrieron
las blandas
aguas que traen
las plantas
cien semilleros.
Ni árboles que
te den sombra,
ni sombra que
preste aliento...
llanura y
siempre llanura,
desierto y
siempre desierto...
Eso te tocó,
cuitada,
por herencia
de universo,
¡miserable
fanfarrona!...
triste
herencia fue por cierto.
En verdad que
no hay, Castilla,
nada como tú
tan feo,
que mejor aún
que Castilla
valiera decir
infierno.
¿Por qué
fuiste, mi bien?
¡Nunca tal
hubieras hecho!
¡Trocar
campiñas floridas
por triste
campos sin riego!
Trocar las
fuentes más claras,
ríos tan
murmuraderos,
por seco polvo
que nunca
mojan lágrimas
del cielo
[...]
- Rosalía de Castro
- Traducción. La he preferido por la dificultad que tiene leerla en gallego. Pero más abajo está el enlace al original.
Rosalía fue hija natural de un
sacerdote. Pero en el acta de bautismo constan estas palabras:
«En veinte y cuatro de febrero de
mil ochocientos treinta y seis, María Francisca Martínez, vecina de San Juan
del Campo, fue madrina de una niña que bauticé solemnemente y puse los santos
óleos, llamándole María Rosalía Rita, hija de padres incógnitos, cuya niña
llevó la madrina, y va sin número por no haber pasado a la Inclusa; y para que
así conste, lo firmo.»
Acta del
bautizo firmada por el presbítero José Vicente Varela y Montero.
Alguna persona muy querida de Rosalía (“¿Por qué fuiste, mi bien?”) debió de morir durante la siega en las tierras castellanas.
Pero esta poesía me ha traído a la memoria experiencias infantiles, radicadas en la edad media, porque eso era la España de los 40 y 50: cuando había que segar a mano los extensos campos castellanos.
De mi pueblo salían cuadrillas al mando de un capataz, uno más del pueblo, que se ponía en comunicación con los agricultores castellanos. Y se quedaban las mujeres para cuidar los campos propios.
Se iban “por esos Castillas”, a Jadraque y alrededores, en la provincia de Guadalajara. Cuando luego he pasado por Jadraque, se me han revuelto las entrañas. Porque trabajaban de sol a sol, y comían en el rastrojo, a pleno sol, porque no había sombra.
No es que fueran crueles, los amos. Es que no se podía hacer otra cosa. La cosecha en los campos, el grano seco, una tormenta podía acabar con el sustento y el trabajo de todo un año. La casa lejos, no había tiempo para volver sólo a comer.
Los de mi pueblo ya iban negros, porque en el valle de Cofrentes casca el sol de lo lindo. Éstas no son las brumosas tierras gallegas.
Aquí el castillo de Jadraque, que tanto me impresionó
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Cuando llegaba el día, marcado
por todos, para celebrar descansados la vuelta a casa con dinero fresco, de
buena mañana empezaba a sonar la caracola, cuyo sonido llegaba a todas partes.
A lo largo del año nunca más se oía el sonido vibrante y profundo de la
caracola.
-¿Qué es eso.?, Se preguntaban unos a otros.
- La cuadrilla de Fulano que se
van de ZAHORA
Era la señal: todos se reunían
con las mujeres y niños, para irse a pasar el día.
Varias caballerías llevaban lo necesario para hacer la comida en
un lugar agradable, cerca de un manantial y con buena sombra.
Lastimosamente, por razones
evidentes, esta palabra tan eufónica ha
caído en desuso. El Diccionario de la Real Academia trae esto:
“zahora.
(Der. del ár. hisp. saḥúr, y este del ár. clás. saḥūr o suḥūr, colación que se toma en ramadán antes de que amanezca).
1. f. Man. Comilona o merienda de amigos en que hay bulla y zambra.”
Me has emocionado.
ResponEliminaTe lo explicaré fácilmente.
Mi infancia durante los tres años de la guerra in-civil los disfruté sin escuela, jugando con los otros niños del pueblo entre los campos medio abandonados.
Mis recuerdos me llevan necesariamente hacia aquel
paraíso perdido.
Así que, tanto el poema Rosalía de Castro, como tu escrito me han hecho disfrutar al revivirlos.
Tú y yo Hemos vivido un contraste de í imposible de repetir.
Es como un tesoro a salvo de todas las amenazas
exteriores e interiores.
Gracias Ovidio.
Lo me lo guardaré. Ramón Gascó.