Jerarquías, clero, religiosos y religiosas con sus testimonios y enseñanzas consideradas evangélicas, cristianas y católicas, notablemente incoherentes con el testimonio y mensaje de Jesús, quien dejó claro que: No se puede servir a dos señores; a Dios y al dinero, se habían posicionado en franca y decidida alianza con las clases poderosas españolas hasta el punto de condenar y obstaculizar la más que justificada rebeldía y ataque a quienes eran origen y causa de sus necesidades de supervivencia y de posibilidad de vida personal libre y digna.
Esta situación sociocultural, estructurada en el absolutismo de la propiedad privada exclusiva, sin justa exigencia de función social,era causa y consecuencia de una posición enfrentada a vida o muerte de las clases sociales.
Lo eclesiástico optó, como mucho, por la remendona caridad benéfica, pero sin mojarse en la defensa por la Justicia, causa de ignorancias, analfabetismos, expolios, represiones, humillaciones, amenazas humanas y divinas, y demonización condenable.
A las más que justificadas y solidarias organizaciones populares en defensa de los valores personales, se les prepararon desde el caciquismo patronal de fachada cristiana, organizaciones y movimientos de oposición y esquirolismo cómplice embebido y aprobado con nomenclatura y estructuración eclesiástica, aunque se pretendiera, en ocasiones, un cierto disimulo, que nunca pudo despejar la solidaridad fáctica de los poderes, entre los que la religión era uno de los más efectivos por aquello de la representatividad terrena del Jesús Dios Soberano y Altísimo, Juez terrible con amenazante sentencia eterna.
A esto hay que añadir (como ahora se ha aireado) la realidad de impunes abusos a niñ*s, adolescentes, y mujeres, cuya reacción no podía llegar a la denuncia y justo castigo, amparados por la mentalidad y estructura de poder.
A esta leña acumulada solo le faltaba la chispa oportuna para su inflamación revolucionaria.
Y aún, cuando esas chispas empezaron a saltar por el nuevo régimen republicano, y se les juntó la ventolera del golpe de estado capitalista-militar, al mismo inicio, antes de los ataques mortales a las gentes eclesiales, la Jerarquía, clero y religios*s se posicionan clara y abiertamente a favor del golpe y lo declara defensa del cristianismo, porque ardían templos y se vaciaban conventos, para muy pronto declararlo actual Cruzada contra la mayoría de las clases populares, considerados enemigos de Cristo y de su Iglesia.
Salvadas muchas actitudes individuales de un lado y de otro comprometidos, más o menos conscientemente con la lucha por el bien y su justicia, lo que si queda claro es que, a la hora de calibrar el objetivo exacto de la persecución o de la causa por la que se aceptaba la entrega de la vida, es de obligado cumplimiento, antes de considerarlo claramente una limpia persecución contra la Fe en Jesús, su testimonio y mensaje, tener presente sus advertencias sobre las consecuencias que él mismo tuvo que asumir por fidelidad a la Verdad y a la Justicia del Reino del Padre y las que podrían sobrevenir a las actitudes de incoherencia evangélica o de fe cristiano católica.
Porque no gratuitamente había advertido del destino de "la sal que ni condimenta ni conserva"; ni la consideración que merecen los celemines que impiden a la Luz disipar oscuridades y tinieblas de muerte.
A estas beatificaciones y canonizaciones realizadas, y a las que se preparan, les falta el fundamento de la verdad, como realidad completa y no discriminatoria, pues, si algunas víctimas hubieran merecido justamente reconocimiento martirial, a pesar de participar inconsciente o involuntariamente en una causa no merecedora de tal consideración, otras víctimas podrían tener el mismo derecho, o aún mayor, a la vista del relato del Juicio Final en Mt. XXV.
¿No llegará el Hermano Francisco, en Roma, a tiempo de poner orden en este asunto, arriesgando su ministerio en defensa de la Verdad y coherencia evangélica?
¿Habrá modo de desactivar esta otra bomba de escándalo para los más pequeños en la fe humano-cristiana?
Antonio Vicedo.
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