RESPONSABILIDAD

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dimarts, 2 d’abril del 2019

De la urgente necesidad de una nueva espiritualidad en el S. XXI. Juan Argudo



     En clara sintonía con estos testimonios: el tuyo Antonio y el de M. Légaut, me parece oportuno presentar el de Viktor Frankl, en “El hombre en busca de sentido”, en el que, como psiquíatra y  prisionero, narra su estremecedora experiencia en el campo de concentración. Él que todo lo había perdido, que sufrió hambre, frío y todo tipo de brutalidades, que tantas veces estuvo a punto de ser ejecutado, pudo reconocer que, pese a todo, LA VIDA es digna de ser vivida y que la libertad interior y la dignidad humana son indestructibles.

     Por supuesto, que en todas sus reflexiones siempre va más allá de la visión materialista, pues jamás olvida la dimensión espiritual del hombre; pero también va más allá de una visión puramente espiritualista, porque jamás olvida su condición de médico. Y todo ello, porque se acerca a las entrañas de las experiencias humanas, explicándolas desde su origen constitutivo: la unidad.

     Con su logoterapia, método psicoterapéutico creado por él, se centra precisamente en el sentido de la existencia y en la búsqueda de ese sentido por parte del hombre, que asume su RESPONSABILIDAD ante sí mismo, ante los demás y ante la vida. Sobre todo cuando lo que se produce es lo que él llama “el vacío existencial” (p. 134) o  la “neurosis colectiva”, tan frecuente en nuestro tiempo, y de la que, frente al nihilismo, afirma: “Como profesor de dos disciplinas, neurología y psiquiatría, soy plenamente consciente de que el hombre está sujeto a las condiciones biológicas y sociales. Pero, además de profesor en estos dos campos, soy superviviente de otros cuatro – de concentración, se entiende -, y como tal quiero testimoniar el incalculable poder del hombre para desafiar y luchar contra las peores circunstancias que pueda imaginar”.

     En la actualidad, y en este mundo global, por una parte, monopolizado por un neoliberalismo económico, totalitario y depredador, pues “todo ha sido globalizado excepto nuestro consenso” (Cf. George Monbiot) y, por otra, con la posmodernidad, una realidad fragmentada y sin objetivos compartidos, debido a la ausencia  de los paradigmas unificadores de la modernidad, necesitamos con urgencia una nueva espiritualidad “laica” (Corbin), “global” (Amelia Valcárcel), “del S. XXI , más madura, que beba del pasado, pero que reclame sin complejos su lugar en un mundo que se autolimita a lo material. La espiritualidad consiste en estar receptivo a la existencia del espíritu y no negarlo porque no se ve ni se toca…. La causa del miedo a la muerte es el pensamiento occidental: su creencia en el ego, su marasmo verbal y la incapacidad de aceptar que cada individuo es parte indisoluble del universo: que todos somos uno. Cuando todo esto se ha experimentado y vivenciado, no leído, es imposible tener miedo a la muerte porque el todo no muere nunca, sólo se transforma….Los místicos son los que desarrollan la sensibilidad espiritual, porque  consiguen el contacto directo con lo espiritual, sin necesitar a los sacerdotes”. ( L. Racionero).

     Y todo esto, no perdiendo de vista los avances científicos actuales sobre la autoconcienca, pues la nueva cosmología ha introducido a la humanidad en una nueva época, en la que le ha llevado su autoconciencia a una visión enteramente nueva del cosmos y de sí misma. “Tiempo axial” que disfrutamos como primera generación.. “Esta nueva autoconciencia sabe que no necesita  alienarse a sí misma fuera de la materia (buscando el espíritu), ni fuera de la tierra (buscando el cielo). (Cf. Encuentro Internacional de Investigación del CETR de Barcelona).

Juan Argudo

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1 comentari:

  1. Copio: "La causa del miedo a la muerte es el pensamiento occidental: su creencia en el ego, su marasmo verbal y la incapacidad de aceptar que cada individuo es parte indisoluble del universo: que todos somos uno."
    Pregunto: ¿Y qué es el ego?: la idea que nos hacemos de nosotros mismos, con la que nos identificamos. Pásmense Vds. Nos aferramos a creer que somos una idea. Y a partir de ahí sacamos consecuencias: en esa idea no entra lo que está fuera de mí, por lo tanto me enfrento a todo y a todos.
    Pero si nos atenemos a vivenciar el instante que vivimos, nos sentimos estar unidos a todo y a todos los que están en el ser ahora. Ese es el secreto: aceptar ser con todos y todo lo que ahora es. (Libro: "el poder del ahora")
    Los creyentes aceptamos además la presencia del espíritu (Dios) en esa unidad de ser. (San Pablo: es Cristo quien vive en mí)
    Ovidio

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